uchas veces la realidad se entiende mejor con metáforas. Los problemas empiezan cuando no nos quedamos ahí y la metáfora, además de ayudar a entender, también encasilla la realidad. Y decidimos sobre esa base. Una pandemia no es una guerra, aunque compartan características. De lo contrario, en la próxima guerra (que la habrá) lucharemos con metro y medio de distancia respecto a los demás y las manos limpias con alcohol. Una enfermedad no suele ser un combate ni un partido contra nada, aunque muchas veces unos ánimos propios de un estadio de fútbol ayuden al que sufre. Una enfermedad es una enfermedad, y recuerda que, como aquel Titanic que "no puede hundirse", somos vulnerables en la incertidumbre. Que por momentos, la vida va de nadar sin hacer pie y esperar sin agotarnos de demasiado bracear, de ser pacientes a que llegue otro barco. Porque llegará. Quien en algún momento de su vida haya perdido a un ser querido de golpe, querido de verdad, quizá esté más cerca de entender lo que pasa estos días. A partir de ese momento nada vuelve a ser igual. Porque, aunque esto en realidad no es una guerra ni tampoco un hundimiento, somos vulnerables.