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El carrusel de detenciones sigue girando: otra muesca para ensanchar la desafección política

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Nauseabundo. Desvergüenza en estado puro. El auténtico fango de la hipocresía, la avaricia o la perversión donde conviven puteros, acosadores, comisionistas, defraudadores, mafiosos, encubridores, mentirosos. Desnudos de ética. Compartiendo en su mayoría el mismo carné socialista. Una pestilente fauna que provoca el repudio generalizado por la magnitud de sus tórridas felonías y que agota la capacidad de indignación sin tiempo para reponerse por la estupefacción del siguiente escándalo. El carrusel de detenciones sigue girando. Otra muesca para ensanchar la desafección política y alentar los populismos radicales. 

Semejante impudicia acumulada asedia sin tregua a un presidente y a su gobierno. Ahí radica el grito de Yolanda Díaz en favor de la remodelación que quedará en papel mojado. Ya no es tanto una cuestión de estabilidad ni de minoría parlamentaria. Afecta directamente a la credibilidad. Quienes sustentaron la razón del derribo del PP corrupto de Rajoy sobre las ilusionantes banderas de la regeneración democrática y del feminismo son rehenes de un ramificado ramillete de cuatreros y desaprensivos. Un obús contra la línea de flotación de un partido ahora mismo noqueado por la acumulación de causas delictivas que le carcomen internamente y desfigurado por su denunciable incapacidad para atajar con enérgica determinación y diligencia los casos de machismo intolerable entre sus paredes. Justificaciones como las de ayer generan aún más indignación.

Tanta inmoralidad dinamita el valor intrínseco que supone objetivamente haber propiciado un crecimiento económico jamás alcanzado y referente en Europa. Desvaloriza también los muchos avances sociales alcanzados. Hasta desoye las reiteradas críticas vertidas contra esa (ultra)derecha que, a su vez, atisba cada día más cercano el desfallecimiento del sanchismo. Es así como se evapora por los desagües una gestión, en verdad trastabillante y atormentada, víctima ahora de una atmósfera irrespirable de corrupción inoculada por unos malhechores desde la llegada de Sánchez a La Moncloa. Jamás imaginó la izquierda que sufriría semejante desprestigio. Tampoco miles de votantes feministas pudieron suponer al ir a las urnas que serían traicionadas de una manera tan rastrera. Por eso empiezan a surgir voces que claman por medidas ejemplarizantes y deslizan una brizna de descontento hacia el mando federal.

La zigzagueante agenda política se viene reduciendo desde hace demasiado tiempo a las sacudidas del último informe de la UCO, a nuevos encarcelamientos, a empresarios detenidos o a dimisiones por hábitos vejatorios para la mujer. Todo ello en medio de una legislatura hiriente para la ortodoxia parlamentaria, bajo el ruido mediático cada día más militante desde cualquier trinchera y del griterío de una oposición desbocada. Un escenario descarnado y errante que se mantendrá convulsionado posiblemente durante más de medio año sin opción alguna de un adelanto electoral. Pero Sánchez pondrá buena cara al mal tiempo. Se seguirá sacudiendo sin pudor de tantos colaboradores apestados, volverá a martillear contra los jueces, Ayuso o el fascismo rampante para desviar inútilmente la presión y ensayará la geometría variable. ¿Hasta cuándo? La gangrena del acoso sexual y su ocultación puede suponer una losa demasiado letal.

Año electoral

El camino de espinas para el líder socialista parece no tener fin ni recovecos para resguardarse. El granizo que suponen Ábalos, Sepi, Salazar, Leire, Aldama o Cerdán seguirá cayendo y en unos días le aguarda el temporal de Extremadura. Las previsiones del desastre socialista son tan coincidentes como desalentadoras. Después de más de tres décadas de dominio aplastante de esta región, el PSOE reduce todo su objetivo electoral del 21-D a que el PP no obtenga la mayoría absoluta. La desmoralización está justificada, al tiempo que aflora el conato de indignación por la designación obligada del pésimo candidato socialista para salvar la toxicidad del hermano de Sánchez.

Tras Extremadura, Aragón estrenará un año de frenesí electoral. Escenario poco propicio para el PSOE con una Pilar Alegría señalada por su contubernio con Salazar que tampoco mejorará la suerte. De hecho, ni siquiera podrá usar el comodín de Vox porque el PP siempre tendría a mano recurrir a la opción de Aragón Existe para seguir gobernando. Así las cosas, más allá de la pelea con la privatización de los hospitales madrileños, solo le queda mirar a Valencia para minar a los populares, enmarañados en sus patrañas y sobrecogidos por la citación de Feijóo como testigo. También aquí apesta.