Aparta de mí ese cáliz y me voy a EEUU. Así resolvió Pedro Sánchez la profunda irritación contenida que le provocaron esas manchas que ensombrecen cual baldón algunas listas electorales de EH Bildu. Precisamente, cuando llegaban los mejores datos económicos, cuando la paz social quedaba garantizada con un inesperado acuerdo salarial, cuando seguían brotando centenares de millones hoy para avales mañana para la sequía, cuando Biden le estaba esperando en la Casa Blanca para arrancar la foto de campaña, va uno de sus socios y le coloca una bomba lapa a su meritocracia presidencialista. Un repelente sapo tan difícil de digerir que dejó mudo al Gobierno, mirando contrito hacia otro lado hasta que la creciente ola de rechazo ético alcanzó tales cotas que les obligó a sumarse convertidos al repudio. Menos mal que en ese duro trance le llegó el puntual calmante de Tezanos con otra encuesta del CIS que prevé todo lo contrario de las demás. Pero el golpe bajo al sanchismo que Sortu propina con la candidatura de estos asesinos redimidos agrava sobremanera una herida abierta toda esta legislatura y que seguirá supurando hasta la misma hora de votar el 28-M.

De Pancorbo hacia abajo, Otegi le acaba de hacer un descosido al PSOE, Page y Abel Caballero al margen. La irresistible fatalidad de unas listas intoxicadas por la sangre derramada de la indigestión etarra ha dinamitado el arranque, cuando no la esencia del voto en las grandes capitales y autonomías, de las próximas elecciones. Una disculpa menos, y de hondo calado, para entender las urnas del último domingo de mayo como las auténticas primarias que tanto anhelan por distinto motivo los dos partidos mayoritarios. El recurrente mantra sobre la auténtica legitimación de la convicción democrática de la izquierda abertzale ha sobrevolado desde el primer día que Sánchez les acogió encantado en su mayoría parlamentaria. Ahora resuena con más fuerza si cabe para desesperación socialista. No habrá un solo día sin que los titulares de la caravana electoral escruten el pasado terrorista de algunos candidatos de EH Bildu y señalen al mismo tiempo con el dedo a quien les guiña el ojo complaciente en las Cortes cuando recaba sus apoyos.

Es cierto que Tamara Falcó justifica al socaire espiritual de Lourdes estas controvertidas listas confiando en que los etarras cambian al salir de la cárcel. Quizá su capacidad analítica falle y por eso resulta más prudente esperar a que la Fiscalía resuelva la investigación abierta ante el clamor suscitado y las denuncias que se intuían fácilmente. La inmensa mayoría de la clase política creen que algunos candidatos independentistas ya señalados no superan el mínimo algodón ético y que son equiparables en desprecio con aquellos fascistas que solo creyeron en imponer sus ideas mediante la fuerza. Si hasta ahora el PSOE ha temido en pueblos y plazas por la repercusión negativa de los abrazos sin disimulo de Sánchez con EH Bildu, el panorama se ensombrece peligrosamente sobre todo donde la disputa por el poder queda reducida a un puñado de papeletas.

Durante el sanchismo, la incorporación de Bildu en Madrid a la esencia democrática se ha ido digiriendo a tragos cortos con la colaboración de todas las partes implicadas, excepción de la derecha ultramontana. Pero la presencia como posibles concejales de pistoleros que han rematado a personas por la supremacía de sus ideas, hasta en su propio pueblo, desata todas las alarmas y encendidas indignaciones. Incluida la del PSOE. Ante semejante desvarío, ganancia de pescadores. De momento, permite a Feijóo cubrir así la mitad de su discurso diario. El resto lo completa aguijoneando a Sánchez por sus malas compañías políticas y por la falta de credibilidad ante su inagotable caudal de ofertas millonarias para paliar los efectos de la sequía –curiosamente, en puertas de la manifestación de mañana de SOS RURAL–, de la carestía de las hipotecas y de los miles de pisos lejos de los lugares más apetecibles.

Todo le hará falta al PP si quiere arrancar una victoria que despeje la desconfianza en torno a la auténtica capacidad ilusionante de su presidente, más allá de recoger a manos llenas y sin esfuerzo alguno los votos de Ciudadanos en su acta de defunción. Nadie augura desde la objetividad un desplome socialista el 28-M, aunque una victoria a los puntos de la derecha, más que probable, solo podría ser interpretada como un serio aviso al sanchismo y sus métodos de entender la acción política. Sería el sapo más indigesto para la soberbia del engreído pero indiscutible caudillo socialista.