Da un paso a un lado pero se queda. Y lo dice en tercera persona. “Yolanda Díaz no se va”, afirmó ante el desconcierto general, antes de ofrecer una muestra de lo que se quiere a sí misma: “Yo lo que he hecho es política de la buena”, se lisonjeó. Pues sí, tan buena como para dejar en caída libre un proyecto prácticamente recién nacido y que, en su construcción, se llevó otro por delante... o casi.

Salvo milagro inesperado e inesperable, Sumar va a batir el récord de brevedad política dentro de la izquierda, lo cual es todo un logro, teniendo en cuenta la querencia de las formaciones zurdas a despeñarse desde la cima que tanto les ha costado subir.

El caso de la plataforma rosa (¿o es magenta, como UPyD?) reúne caracerísticas singulares, empezando por el hecho de que desde el principio contó con el abrigo de formar parte de un gobierno, lo que le concedió un relieve público que no hubiera tenido de haber partido desde cero.

De cien a cero

Pero lo que le convierte en un fenómeno digno de estudio es la rapidez supersónica con la que ha cubierto todas las etapas de los mil procesos de descomposición de los partidos –ahora hablo igual a izquierda que a derecha– que hemos conocido.

En los apenas dos años desde que se constituyó como movimiento –esa fue su primera denominación oficial– se ha pasado de un buen rollito que resultaba hasta empalagoso entre sus dirigentes, a las caras largas, las cargas de profundidad más o menos soterradas y, desde el domingo por la noche, los cuchillos volando dirigidos a su fundadora y líder.

De un rato para otro, todo lo que se hacía maravillosamente bien se ha convertido, a juzgar por lo que sale de la boca de algunos de sus miembros más significados, en una serie de actuaciones nefastas. ¡A buenas horas se critica el hiperliderazgo, cuando cualquiera que no llevara una venda en los ojos veía a millas el personalismo desmesurado de Yolanda Díaz!

Siguiendo con el patrón de las fuerzas que se han ido por el desagüe, Sumar está ahora mismo en la fase de la negación de la realidad. El proceso sucesorio que empieza hoy se hace entre voluntaristas apelaciones a la recomposición, pero todos saben que la marcha atrás hacia el final está en marcha. l