Ana Pontón ha sido tres veces candidata del BNG a la presidencia de la Xunta de Galicia. La primera fue en 2016 y cosechó 6 escaños. Fueron los peores resultados de su formación desde 1989. Tras el batacazo, los finos analistas dieron prácticamente por muerta a la coalición galeguista ante la pujanza de En Marea, que se alzó como primera fuerza de la izquierda. Sólo ocho años después, Pontón ha firmado los mejores números de todos los tiempos para el BNG, mientras que los partidos que componían En Marea se han quedado fuera del Parlamento de Santiago.

Hay varias enseñanzas en lo que acabo de contar. La primera, que cuando vienen mal dadas, conviene no precipitarse. Es la máxima ignaciana: en tiempo de desolación, no hacer mudanza. Aquel fiasco pudo costarle la cabeza a Pontón. Gracias a que no fue así, hoy el Bloque tiene un liderazgo sólido y unas expectativas inauditas.

Equivocados

El otro aprendizaje es que tratar de predecir el futuro a partir de unos resultados electorales concretos sirve como puro relleno informativo u opinativo, pero poco más. Las interpretaciones del día no pasan casi nunca la prueba de la hemeroteca, como acabamos de comprobar.

De lo que sucedió el domingo no podemos inferir ni que el PP ha vuelto a coger la ola buena para tumbar a Sánchez (eso está más en manos de Puigdemont que de Feijóo) ni que la reválida de la mayoría absoluta popular es algo que no va a tener ninguna influencia en la política en el conjunto del Estado. Lo que acabo de anotar es lo que están difundiendo los portavoces de Génova y Ferraz/Moncloa, amén de sus respectivas terminales mediáticas.

Los primeros sobredimensionan su victoria y los segundos minimizan su batacazo. Tengo la impresión de que coinciden ambos en equivocarse.

Del mismo, añado que tampoco andan muy finos quienes atribuyen el quinto triunfo consecutivo del PP al “secular atraso del pueblo gallego”, al peso de la Galicia rural o a la alta edad de sus votantes. De nuevo, volvemos al axioma impresentable de Vargas Llosa sobre el pueblo que vota mal cuando se decanta por opciones ideológicas contrarias a la suya. Aceptemos la democracia.