Si lo piensan, Feijóo también quedó investido ayer. En su caso, como jefe de la oposición. Y su estreno se antoja un menú degustación de la actitud que va a mantener a lo largo de la legislatura.

Merece la pena ver la imagen a cámara lenta. Todos creímos que, en un rapto de deportividad postrera, felicitaba con una sonrisa y un apretón de manos al recién reelegido presidente del Gobierno español. Él mismo desveló que, pese a su gestualidad amigable, lo que le estaba soltando a Sánchez era una frase lapidaria: “Esto ha sido una equivocación y usted será el responsable”.

Después de gallear por su hazaña, aprovechó para desmentir que el PP le hubiera ofrecido nada al PNV a cambio de su apoyo. “Si no negociamos, es imposible que le propusiéramos algo”, porfió. Sin embargo, cuando le preguntaron si Aitor Esteban había mentido, dijo que él no había dicho tal cosa. ¿Entonces?

Menos bronca

De propina, el presidente del PP se permitió impartir una clase de mecánica rural como respuesta a la socarrona frase que le dirigió el portavoz jeltzale (“Alberto, tu tractor tiene gripado el motor por usar aceite Vox”). Según el sabio Feijóo, los motores de los tractores sin aceite no se gripan, sino que se paran. Es probable que encontrara tal información en Google, como el postizo de Ismael Serrano que le puso al epigrama de Machado.

Poco más dio de sí la segunda y definitiva jornada de la sesión de investidura de Pedro Sánchez, que se desarrolló en un tono menos bronco que la anterior. Solo rompió la dinámica sosegada el portavoz de UPN, Alberto Catalán, con un discurso que parecía de hace un cuarto de siglo rematado por una maleducada enganchada con la presidenta del Congreso porque le había cortado el micrófono.

Lo demás fue conforme al guion, incluido el murmullo cuando le tocó ejercer su voto de viva voz al ya célebre diputado socialista Herminio Rufino Sancho Íñiguez. Esta vez no se equivocó. Ni él ni las otras 178 señorías que tenían comprometido su respaldo a Sánchez.

Así finalizó la investidura y comenzó un mandato en el que el reelegido va a sentir el aliento en la nuca de sus socios y de una derecha montaraz. ¿Durará?