Segunda vuelta electoral
Segunda vuelta electoral
Ya no se juegan nada en Madrid y solo lo hacen en parte en Barcelona, así que a los de Podemos las municipales y forales les dan igual. A ellos lo que les preocupa es el Congreso (ni candidatos ni votantes hacen mucho caso a la elección directa en el Senado) y, sobre todo Moncloa. Pisar moqueta, el coche oficial, llevar un maletín de cuero con el nombre de un ministerio? Ya saben. Lo de ocuparse de la farola y la alcantarilla es para otros, para los de la vieja política. Por eso plantean esta campaña como una segunda vuelta de las generales: para coger fuerza y forzar su acceso al Gobierno.
Una campaña virtual
Facebook y Google han sido un agujero negro de energía para los partidos este mes: los cambios de las reglas de juego sobre la marcha han sido una tortura para los equipos de marketing digital de las campañas que, en nombre de la transparencia, han tenido que hacer piruetas. Transparencia que nos permite medir cuánto ha gastado cada partido: Podemos, medio millón de euros entre las dos campañas. ¿Para qué? Ellos sabrán, pero sus resultados no han sido llamativos en las generales. Hablemos claro: la hipersegmentación solo funciona combinada con mensajes políticamente incorrectos.
El PP, a la desesperada
Aunque mañana elijamos a quien va a organizar la recogida de nuestras basuras o por dónde se empieza a renovar el alumbrado público, en estas elecciones el PP se la juega al más alto nivel político: Casado podría estar hoy a solo un par de días de presentar su dimisión si pierde ciudades importantes y varias autonomías, que es el resultado que cabría esperar viendo que su giro político no ha tenido incidencia y ahora, además de un partido de derechas, parece un partido deshecho. Tan mal les va que el candidato a la Alcaldía de Madrid promete la primera multa gratis tras dos años sin recibir ninguna.