La cuestión electoral nunca había estado tan confusa y tan clara al mismo tiempo. El encuentro televisivo del cara a cara se lo cargó ya el PP con el hastío primero de Aznar y luego con la incomparecencia de Rajoy. Ahora ha llegado la negativa de Pedro Sánchez a participar en el debate electoral de RTVE del 22 de abril, un golpe bajo para un medio público que históricamente ha sido el medio más determinante en la campaña de unas elecciones generales. Los asesores de Sánchez se han decantado por Antena 3. Una tele privada pudiendo elegir una pública marca tendencia (hay quien afirma que la elección es una respuesta a los intereses editoriales que tiene el presidente por que se venda su libro). El debate del PSOE y PP sigue con Ciudadanos y Unidas Podemos pero además incluyen de paso a Vox sin importarle las consecuencias que este espaldarazo a la extrema derecha harán que suba del cero al demasiado, como ocurriera en Andalucía. Pero tampoco hay que ser catastrofistas: los debates electorales son una herramienta del pasado. Un adorno viejo y hortera como esos sombreros desproporcionados y exageradamente grandes que creen sin razón que hacen lucir las guardias reales. Luego está la percepción de cada uno que hoy cuenta con muchos canales por donde circulan con toda normalidad las mentiras mil veces repetidas. Vivimos tiempos en los que los medios convencionales hemos perdido este asalto contra las redes sociales que nos han mandado con sus directos a la lona. Toca levantarse y reaccionar. Dar unos saltitos y chocar los puños enguantados para asegurarnos que nuestras fuerzas están ahí y solo hay que esperar la oportunidad de ser contundentes. Puede que pasen dos o tres elecciones en las que la gente nos cambie por otros. Habrá que pasarlo. La política es demasiado peligrosa para dejársela en exclusiva a los manipuladores. Los trabajadores de RTVE deben mantener ese medio vivo; muy pronto volverá a ser necesario.