Ayer decidí buscarlo y lo encontré. Erami diccionario Vox de españolinglés,inglés-español. Lo abrí y viescrito en su primera página: 7º de EGB y minombre. ¡Qué tiempos! Ahí sigue el diccionarioigualito, con el forro de plástico que lepuso la ama intacto. Sin embargo, lo miré y,como en una escenita de Pimpinela, le dije:“No te lo tomes a mal, pero ya nada es lo mismo.Entiéndeme, desde que el hooliganismopolítico te ha quitado el nombre, lo sientopero, ya para mí Vox no es un diccionario”.Como esas magníficas setas que salen en elValle de Salazar, esta también tenía quebrotar en el escenario político español. Laultraderecha siempre estuvo allí, solo queestaba agazapada al calor del único partidode la derecha. Ahora que las aguas socialesbajan revueltas, ha llegado su oportunidad.Y esta seta es de las venenosas porque,usando los medios de la democracia, va encontra de ella. El riesgo de Vox no está tantoen los votos que pueda conseguir comoen volver admisible su discurso político.Ideas brutales pero presentadas como“normales”, “lógicas” o “necesarias”. Y noson nuevas. Trump, Le Pen y Salvini las vienenusando. Esa demonización de losextranjeros para hacerlos culpables detodos los males o la imposición de un únicosentimiento nacional. Y todo ello conese tono de chulo de barrio para que cuandoa uno le llamen “facha” lo viva comouna “medalla que ponerse en el pecho”(Abascal dixit). Por rancios e irrisorios queparezcan sus planteamientos, no menospreciaríasu potencial atractivo paramucha gente. Vistalegre ya los ha puesto enel escenario político y Casado, raudo yveloz, ha confraternizado con los fans deVox para cerrar posibles “vías de agua”electorales. ¡Ojo!, la historia nos demuestraque lo que hoy vemos como fascismo, conel tiempo puede finalmente ser paramuchos la “solución”.
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