Solía decirse en otros tiempos que laspersonas más importantes de unpueblo eran el alcalde, el maestro, elmédico y el cura. Las tornas han cambiado.Los datos que publicaba el Eustat nos dicenque políticos, curas y militares son de quieneshoy más desconfiamos. En estos tiemposen que la política es tan necesaria mepreocupa que sean los políticos el colectivodel que más desconfiamos. Muchos se lohan ganado a pulso pero no metamos atodos en el mismo saco. ¿De verdad queGranados se parece en algo a tu alcalde? Nien el blanco del ojo.

En una sociedad tan dada a la solidaridad yla militancia, ofrecerse para ser alcalde oconcejal es deporte de riesgo, una especie desuicidio personal y, según los niveles, profesional.Miramos raro al que decide hacerlo ynos preguntamos, ¿qué querrá? Solo lospartidos saben lo que van a tener que sudarpara llenar las listas de cara a las próximaselecciones municipales. Deberíamos prestigiarla política, especialmente, la más cercana.La recogida de basuras podrá subcontratarse,pero el gobierno de un pueblo no. Meencantaría que las personas con ganas eideas nuevas me representaran pero lo veodifícil. Con nuestros comentarios de barraaumentamos el estigma sobre ellos. Todosqueremos un pueblo mejor pero que logobierne Rita. El problema de fondo es similaral que empresas, clubes deportivos y hastaun txoko tienen: quiero esto pero que lohaga otro. Esta es, por desgracia, una de lasvictorias del capitalismo. Nos vemos solocomo el cliente que tiene derechos porquepaga, y no como ciudadanos con derechos yobligaciones, e incluso, a mi entender, conun deber cívico de dar lo mejor de uno porla comunidad. Es una pena porque creo queera una de nuestras señas de identidad. Y esque ahora que muchos queremos ejercer elderecho a decidir mandaría h... que soloqueramos votar.