Ya se acerca y no es el Almendro porNavidad. Es el deporte escolar. Esaactividad que promueve el ejerciciofísico de nuestros hijos y activa desde primerahora de cada sábado a cientos de familias.Soy fan del deporte escolar. Es un magníficoejemplo de una política pública queha apostado por hacer del deporte unaescuela de valores. Además es una gozadaverles practicar otra cosa que no sea eldichoso fútbol. Recuerdo el día en que elequipo de mi hijo metió su primera canastay gritaron ¡gol! Apoteósico. Hoy eso ya no esasí gracias al deporte escolar.
Pero no es oro todo lo que reluce. Los equiposdel deporte escolar reflejan el evidentedesequilibrio de la población migrante ennuestros colegios. Al verlos en la cancha,salta la vista. Mi hijo tiene un quinteto titularcon Cuba, Rumanía, Nigeria y País Vasco. Pero, en muchos casos, los equipos contralos que juegan parecen Dinamarca, chico.¿No hay ningún migrante en esos colegios?,¿los hay pero no juegan? Diría que elreparto está desequilibrado y lo dice unpadre de colegio concertado orgulloso delmodelo intercultural. Me preocupa queahora unos colegios parezcan la selecciónde autóctonos pero, mucho más, cómoserán las cuadrillas del futuro si los equiposya son así. Creo que no es un reparto intencionadoy no busco culpabilizar a nadieaunque pienso que el Gobierno Vasco tieneque meterle mano porque la convivenciaempieza también por las aulas. Además deGobierno, técnicos y, también, madres ypadres podemos hacer algo y no dejar estarealidad en el banquillo. Necesitamos untiempo muerto y pensar qué jugada queremoshacer: una para educar en la diversidady los valores o jugar a que ganen sí o sílos nuestros. Pasemos la diversidad denuestros lemas y folletos a las aulas. La convivenciafutura se juega hoy y, afortunadamente,aún nos queda partido.