Los dos años de Fagor
la noticia del despido de 19 cargos intermedios en Fagor CNA Group adelantada por este periódico esta semana viene a confirmar los rumores que sobre la situación de la empresa y las dificultades que presenta para tomar velocidad de crucero se estaban produciendo en los últimos meses, justo cuando se han cumplido dos años de la adjudicación de los activos de lo que fue la joya de la corona del movimiento cooperativo de Mondragón al grupo catalán.
A esa mala noticia de los despidos, que según la empresa tienen su origen en “una adaptación de la organización a las nuevas exigencias del proyecto con el objetivo de dar continuidad al crecimiento registrado (80% de aumento de ventas en el primer semestre de este año) y garantizar la máxima eficiencia operativa”, hay que sumar el abandono de algún ejecutivo de la compañía disconforme con las decisiones que se están tomando, con lo que las expectativas, en principio, no parecen positivas.
Fagor CNA Group cerró el ejercicio de 2015 con una facturación de 100 millones de euros, cuando las primeras previsiones eran alcanzar de partida los 200 millones, y una plantilla de 500 personas, cuando los planes establecían la creación de 700 puestos de trabajo. Estos datos indican de manera clara las dificultades que Fagor CNA Group está teniendo para recuperar posiciones en un sector como el de los electrodomésticos de línea blanca que cuenta con unos grandes competidores internacionales con gran capacidad de control.
Los fabricantes multinacionales de electrodomésticos de línea blanca, que en algunos casos llegan a tener una cuota de mercado del 25% y ofertan una amplia gama de productos, en su agresividad comercial son capaces de bajar precios, incluso por debajo de coste en alguno de sus fabricados, para evitar el posicionamiento de nuevos competidores. En este escenario de economía global una empresa como Fagor CNA Group no dispone de la dimensión necesaria para poder responder de manera resuelta a esa estrategia comercial. Y todo ello, sin contar con la importante inversión en I+D que debe realizarse, así como en el aspecto del diseño que también juega un papel importante.
A este escenario hay que añadir el cambio de hábitos que se está registrando en los consumidores en el equipamiento de los hogares y en donde los electrodomésticos de línea blanca han perdido las primeras posiciones a la hora de las preferencias y necesidades frente a los de la línea marrón como puede ser los aparatos de televisión, con toda la gama de prestaciones que ofrecen, ampliadas ahora con la fibra óptica, así como los productos tecnológicos como móviles, ordenadores o tabletas. Todo un mundo nuevo en donde una lavadora o un frigorífico forman parte ya de lo cotidiano más esencial y no tienen la mayor relevancia en la vida normal de los consumidores salvo cubrir sus necesidades mínimas.
Con este panorama habrá igual que colegir que el cierre de Fagor Electrodomésticos en el año 2013 pudo no estar relacionado tanto por su condición de empresa cooperativa, -tal y como planteaban algunos con muy pocos argumentos, entre ellos, la indecisión y la tardanza en la toma de medidas-, o de disponer de una plantilla sobredimensionada con cerca 2.000 trabajadores, sino porque, probablemente, había dejado ya de ser competitiva y se había quedado fuera de mercado con unos productos que no atraían a los consumidores.
De este modo, no se entiende como los nuevos propietarios de Fagor que recuperaron la actividad en noviembre de 2014, libres de deudas, con unos costes de explotación más bajos y con 500 puestos de trabajo estén teniendo dificultades para alcanzar los niveles óptimos de producción y recuperar la posición que tuvo la marca en el mercado, en un momento en que, curiosamente, el consumo, está repuntando como consecuencia del bajo precio del dinero y el leve crecimiento económico.
La resolución del concurso de acreedores de Fagor Electrodomésticos fue todo un ejemplo de conjunción de intereses entre todos los agentes institucionales, económicos, financieros, judiciales y de los administradores concursales a la hora de resolver de la manera más rápida posible un proceso que se presentaba complejo por el gran impacto que tuvo en la sociedad guipuzcoana y complicado por sus ramificaciones en varios países europeos y el alto importe de la deuda contraída.
A pesar de ello y de que la adjudicación al nuevo propietario se hizo en un tiempo récord, sin embargo, la velocidad a la que va en este momento la economía en el mundo hace que una ausencia, -a pesar de que en este caso fue de un año-, en el mercado sea aprovechada por la competencia para un nuevo reordenamiento cada vez más controlado.
Y mientras el mercado se presenta esquivo en unos casos, sin embargo en otros, se presenta con tan grandes expectativas a nivel internacional que se ven en la necesidad de abrir nuevas plantas en el exterior para responder a la importante cartera de pedidos que cuentan. La compañía ferroviaria guipuzcoana CAF, -icono de la industria del territorio-, dispone a día de hoy de una carga de trabajo que alcanza los 6.500 millones de euros y una garantía de actividad hasta 2019, con lo que se ha visto obligada a poner en marcha una planta de montaje en el Reino Unido, donde cuenta ya con una cartera de pedidos por valor de 1.250 millones de euros.
La nueva planta destinada al ensamblaje de equipamiento eléctrico, neumático y mobiliario interno de los trenes y coches que se suministren desde las fábricas guipuzcoanas, más el mantenimiento de las unidades en circulación en el Reino Unido, respondiendo a los contratos firmados con las operadoras ferroviarias del país, supone un salto cualitativo y estratégico muy importante para CAF. Con estas nuevas instalaciones, CAF no solo refuerza de manera importante su posición en Europa, sino que se instala con derecho propio en el mercado ferroviario británico que registra un gran dinamismo y presenta grandes expectativas futuras de negocio por la renovación que se está produciendo en sus infraestructuras y material rodante. De ahí, la importancia de la reunión que el pasado lunes mantuvo en Londres el presidente de CAF, Andrés Arizkorreta con el secretario de Estado de Transportes del Reino Unido, Chris Grayling.
Una nueva factoría de CAF en el exterior que hay que añadir a las que se encuentran en Estados Unidos, México, Brasil y Francia. El mejor ejemplo de internacionalización de una compañía totalmente volcada al exterior de donde procede más del 80% de su facturación. Actualmente, CAF licita en el macrocontrato de Renfe para el suministro y mantenimiento de nuevos trenes de alta velocidad por un importe de 2.600 millones de euros y cuya resolución está pendiente de que en Madrid se rompa, de una vez por todas, la actual situación de impasse y se pueda constituir el nuevo gobierno.
Precisamente, la internacionalización, aunque no lo parezca, es un campo donde la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea está trabajando de manera denodada en los últimos años, hasta el punto de que en el pasado curso el número de estudiantes extranjeros que decidieron cursar estudios de grado y posgrado en sus centros registró un aumento del 15%, mientras que la cifra de los alumnos vascos que se desplazaron a universidades extranjeras con idéntico motivo creció un 20%.
Esta universidad abierta al mundo en la que se ha convertido UPV/EHU, gracias a la importante labor que en este aspecto está realizando la vicerrectora de Estudios de Posgrado y Relaciones Internacionales, Nekane Balluerka, se completa con cursos de másteres y doctorados, donde la presencia de alumnos extranjeros supone ya el 20%.
En este aspecto hay que destacar la singular presencia de la UPV/EHU en Latinoamérica, en donde tiene establecidos estrechos lazos de colaboración con un total de once universidades situadas a lo largo del continente, desde Puerto Rico hasta Chile. Todo un ejemplo de que la internacionalización no solo es una cuestión económica y empresarial, sino también cultural y académica. En definitiva, un modo de proyectar el país hacia el exterior en sus diferentes vertientes.