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Turismo: un sector pujante

Turismo: un sector pujante

a la espera de contar con los datos definitivos al final de la temporada veraniega, las primeras estimaciones que se tienen ponen de relieve que la afluencia de turistas que se ha registrado este verano en Donostia y Gipuzkoa ha vuelto a batir récords, con unos crecimientos importantes a los ya registrados el año pasado.

Este creciente aumento en el número de visitantes que está registrando Donostia solo supone la confirmación de que la capital guipuzcoana está dejando de ser un destino de moda para convertirse en uno consolidado y con gran proyección futura a nada que desde los sectores público y privado se considere el turismo como una actividad económica de gran desarrollo para la ciudad desde parámetros de sostenibilidad, calidad y preservación de sus señas de identidad.

Potenciar y desarrollar un sector turístico cuyo crecimiento es imparable como respuesta al aumento de la demanda que se está produciendo en los últimos años requiere sentar una bases reguladoras que tengan como objetivo no solo el mantenimiento de esos tres principios básicos de funcionamiento sino, también, el retorno al conjunto de la sociedad, a través de la vía contributiva, de los beneficios que genera la actividad turística en algunos segmentos de negocio que hasta ahora carecían de todo tipo de control.

Por eso la puesta en marcha de la nueva Ley de Turismo va a suponer un punto de inflexión muy importante en el desarrollo del sector, ya que va a regularizar y aflorar la actividad de un segmento de negocio como el de los apartamentos turísticos que en Donostia alcanzan ya el número de 961 viviendas y que disponen de 4.458 plazas, lo que supone el 30,6% de la oferta de alojamiento de la ciudad. Unos datos relevantes que ponen en evidencia la importancia de este segmento de negocio y que a más de uno les han sorprendido porque se sitúan por encima de las estimaciones iniciales. Hay que tener en cuenta que más de la mitad de las 4.458 plazas que ofrecen los apartamentos turísticos no estaba reglada.

Con esta herramienta reguladora en la mano, no solo se puede realizar una distribución de la actividad de estos alojamientos por la ciudad evitando su saturación en determinadas zonas y, en consecuencia, el aumento del precio de las viviendas, así como su alquiler, al no ser dedicadas a uso residencial, sino que se evita el deterioro que puede sufrir Donostia como destino al no quedar garantizada de manera adecuada la calidad que deben tener.

La regulación de esta actividad turística hasta ahora alegal va a provocar también la desaparición de una picaresca de la que hemos conocidos casos tan flagrantes como el alquiler de viviendas de VPO con fines turísticos que se movía por razones obvias en unos niveles de precios bajos y que, de no atajar esa práctica, iba a incidir negativamente al desarrollo en clave económica de un sector que supone en 7,2% del PIB de Gipuzkoa y que genera alrededor de 18.000 empleos.

La gran dinámica de crecimiento en la que se mueve el sector turístico en Gipuzkoa se está confirmando día a día. Según datos dados a conocer por el Eustat, el pasado mes de julio, en Gipuzkoa se registraban 265 alojamientos hoteleros, 23 más que los existentes en el mismo mes del año pasado, con una oferta de 10.892 plazas. Estos establecimientos dan trabajo a 1.841 personas, lo que significa un aumento del 6,5%. En lo que se refiere a los alojamientos rurales, Gipuzkoa cuenta con un total de 175, tres más que el año anterior, que disponen de 2.076 plazas y emplean a 236 personas. Y todo ello, sin tener en cuenta el crecimiento del segmento de hostelería y restauración.

Si ya de por sí el turismo tiene un gran peso en la economía donostiarra y guipuzcoana, todavía lo es más cuando hacemos referencia a indicadores como el de la inversión. El turismo es el único sector del territorio que está registrando un crecimiento inversor del 10%, tanto de procedencia local como foránea, en la puesta en marcha o acondicionamiento de nuevos hoteles y alojamientos turísticos. En concreto, en lo que queda de año y hasta 2018 se van abrir en Donostia un total de diez hoteles, tres de cuatro estrellas superior y el resto de cuatro estrellas, una pensión y dos albergues que ofrecerán al mercado un total de 626 habitaciones más.

En términos económicos, el turismo es un sector que hay que cuidar y establecer los marcos jurídicos necesarios para su desarrollo equilibrado evitando situaciones de picaresca y abuso que se han podido dar hasta ahora, en las mismas condiciones que otras actividades económicas ligadas a la industria y a los servicios con lo que se garantiza el retorno de los beneficios de esa actividad al conjunto de la sociedad.

El debate sobre el establecimiento de una especie de impuesto turístico para recaudar recursos que contribuyan a paliar el incremento del gasto derivado de los problemas de movilidad que presenta Donostia en verano o por el aumento de los efectivos de los servicios de limpieza y mantenimiento como consecuencia de una mayor presencia de visitantes puede ser falaz por cuanto que no entra en el fondo de la cuestión, a la par de discriminatorio porque se quiere focalizar la presión sobre aquellos turistas que se registran en alojamientos hoteleros y no sobre aquellos visitantes de territorios cercanos y del otro lado de la muga que acuden a pasar el día y que son los que más hacen uso de los servicios públicos de la ciudad.

Plantear los costes que genera la movilidad por el centro de Donostia como argumento para implantar este impuesto es obviar su causa, que no es otra que el mal diseño que en este aspecto tiene la ciudad y cuyas consecuencias se repiten de manera persistente cada verano a nada que haya un pequeño aumento en el tráfico de vehículos. La existencia de tres parkings en pleno centro neurálgico de la ciudad, dos de ellos contiguos, hace que el colapso circulatorio sea irremediable, porque se construyeron para que automovilista pudiera llegar cómodamente con su coche hasta las mismas puertas de la Parte Vieja, sin pensar en las afecciones negativas que ello tendría en el tráfico. A nadie se le ocurrió construir parkings disuasorios en el exterior con un buen servicio público de conexión con el centro de la ciudad, como ocurre en muchas ciudades europeas.

Sobre el aumento de los recursos en los servicios de limpieza sería pertinente analizar dónde se localizan los focos de crecimiento de la basura durante el verano porque, probablemente, el aumento de los desperdicios en las calles del centro de la ciudad no tendrán una relación directa con lo que entendemos como turistas que son aquellos visitantes que pernoctan en un alojamiento.

En algunos sectores políticos, sobre todo vinculados con la izquierda, se introduce el turismo dentro del debate ideológico como un factor que puede afectar de manera negativa a nuestra identidad como pueblo y diluir la fuerte personalidad que tiene Donostia como ciudad con su cultura y costumbres, cuando es precisamente todo lo contrario. El mantenimiento de nuestras señas de identidad, junto con la gastronomía y el paisaje, es un factor diferencial que atrae al foráneo y, por lo tanto, un elemento de competitividad que hace que la capital donostiarra sea cada vez más un destino apetecido.

Este planteamiento choca cuando, precisamente, los vascos viajamos mucho más al exterior que el número de turistas que recibimos, con lo que el argumento que algunos plantean aquí, lo podrían utilizar con la misma razón los oriundos de los destinos a los que vamos. Según el Eustat, los vascos nos gastamos fuera de la CAV en 2014 -último año del que se tienen datos-, 4.154 millones de euros, mientras que los turistas que llegaron ese año se dejaron 1.982 millones, con lo que el saldo de los flujos turísticos supone una diferencia negativa de 2.172 millones, que en términos de PIB significa un -3,2%. Esta es la cruda realidad.