Las luces largas
en tan solo unas semanas hemos visto cómo dos empresas estratégicas vascas nacidas, precisamente, al albur de la política industrial que Gobierno Vasco puso en marcha hace casi tres décadas dirigida al desarrollo de nuevos sectores industriales con un mayor futuro y alto valor añadido como es el aeronáutico y como alternativa al siderúrgico -que acababa de sufrir una profunda reestructuración-, han pasado a manos extranjeras, con todo lo que ello significa de deslocalización de los centros de decisión. Una de esas empresas, Gamesa, abandonó pronto el sector aeronáutico, donde se había especializado en la fabricación de piezas para aviones de recorrido regional, para introducirse en el de las energías renovables, en concreto, la eólica, hasta convertirse en uno de los líderes en el mundo y acabar siendo adquirida por su principal competidor, la alemana Siemens
Es precisamente la compra de Gamesa por parte de su principal oponente, con el que competía en el mundo, la que más incertidumbre genera en este momento entre los 700 proveedores vascos, tras conocer que Siemens se ha garantizado por contrato ser el suministrador estratégico de la compañía vizcaína. Queda en el aire la ubicación de la compañía cuando se resuelve la cuestión con la inconcreta frase de que “permanecerá localizada en España”.
La adquisición de ITP por parte de Rolls Royce se antoja -sobre el papel-, como más natural ya que el comprador ha sido accionista desde su fundación y también es el principal cliente de la empresa adquirida, con lo que parece difícil que esa conjunción de propietario y cliente a la vez no guarde el necesario equilibrio para que ninguna de las dos condiciones prevalezca sobre la otra y afecte al desarrollo de la compañía. Si la multinacional británica ha estado desde el comienzo en la compañía vizcaína con una participación importante en el capital, no parece que ahora, con el 100%, adopte otras decisiones que no sean la de su desarrollo e impulso.
Son dos ejemplos de este cuentagotas permanente que demuestra que este país lleva demasiado tiempo en venta porque el alto componente tecnológico de sus empresas lo hace sumamente apetecible ante una situación de fuerte expansión monetaria como la que vivimos y con unos precios de adquisición razonables para los inversores. Puede ser la consecuencia de la globalización, pero este tipo de situación no se da en Alemania, Francia e Italia, sino todo lo contrario, hay disposición a salir de compras a la primera oportunidad que se presenta.
Bien es verdad que el entorno no nos ayuda mucho porque estamos sufriendo de manera importante el coste de la dependencia de un Estado cuyo gobierno no cree en la industria, hasta el punto de que lleva tres meses sin nombrar un ministro de ese área, aunque sea en funciones, en sustitución del dimitido José Manuel Soria con todo lo que está cayendo, sobre todo en el sector siderúrgico. A modo de esas marías que teníamos en nuestra época escolar, el “trasto” de la Industria se lo han pasado al ministro de Economía, Luis de Guindos, que bastante tiene con cómo tratar de evitar la multa de la UE por el incumplimiento del déficit, como para entretenerse en otras cuestiones que nunca han sido de su competencia.
Entretanto, seguimos sin articular instrumentos de financiación propios que sirvan para evitar situaciones de traslado de los centros de decisión fuera de Euskadi y fortalecer a las empresas que tienen futuro en su dimensionamiento e internacionalización y no se está sacando músculo para articular una política de luces largas con previsión de futuro y sin el miedo a una supuesta actitud fiscalizadora de la UE si no se cumplen con sus directivas, cuando se están viendo constantes incumplimientos por parte de los Estados miembros -el último con las ayudas del gobierno de Italia a su banca para evitar su rescate-, sin que haya la más mínima advertencia. El problema es que formamos parte de un Estado que no pinta absolutamente nada en Bruselas.
En este contexto, el sainete que está protagonizando ArcelorMittal con la planta de Sestao es de tal gravedad que sería importante que, de una vez por todas, se tome ya una decisión firme para que todo el mundo sepa a qué atenerse. No es de recibo que la multinacional angloindia pida ayudas públicas para sufragar las pérdidas que le va a producir el mantenimiento de la actividad a bajo régimen de una factoría, que según sus propietarios, no es viable a día de hoy, pero que no la quiere abandonar por si el mercado repunta. Es decir, lo del perro del hortelano.
ArcelorMittal, de manera inteligente, ha colocado la pelota en el tejado del Gobierno Vasco, tras llegar a un acuerdo con los trabajadores que han aceptado sus planes, con lo que la continuidad o no de la planta de Sestao depende del lehendakari Urkullu y no de Lakshmi Mittal, que es el que desde su despacho en Londres ha decidido cerrar Zumarraga y Sestao. De momento, ya ha tomado la primera decisión, que es dejar la plantilla a la mitad, con lo que ya va reduciendo los problemas para facilitar de la mejor manera el cierre de la planta.
El sector siderúrgico vasco lleva varios años en una situación muy delicada por lo que es necesario que se acometa cuanto antes un plan de reestructuración, sobre todo en aquellas acerías que producen para el sector de la construcción, con el fin de evitar más cierres y tratar de salvar aquellas plantas que son susceptibles de continuidad. De las tres plantas que existen en la CAV y que producen acero para el sector de la construcción, dos están en Gipuzkoa (Olaberria y Bergara) y pertenecen, curiosamente, a ArcelorMittal y la tercera está en Trapaga (Bizkaia) y forma parte del grupo Celsa.
Antes de que tengamos que sufrir el dramatismo de cierres como el de Corrugados Azpeitia o ArcelorMittal Zumarraga, motivados por un lado, por su pertenencia a empresas cuyos centros de decisión se encuentran muy lejos de la CAV, y por el otro lado, a una falta de previsión por parte de todos los agentes implicados para vislumbrar el horizonte, se hace conveniente actuar con audacia para intentar salvar lo pertinente y evitar, en la medida de lo posible, cierres traumáticos como los que estamos viendo.
El ejercicio de una política de previsión y anticipación del futuro de nuestra industria no debe de estar solo en aquellos sectores emergentes y en la adaptación a los nuevos modelos de producción tecnológica, sino también en aquellos sectores que aunque sean maduros pueden tener continuidad desde unos parámetros de apuesta estratégica por la I+D, aunque sea en el sector de la construcción, que parece no termina de recuperarse. Sin embargo, los aceros destinados a la automoción y al sector oil-gas están teniendo un buen comportamiento, sobre todo el primero, porque el segundo está afectado por el precio del petróleo y pendiente de su recuperación.
Con este panorama que nos dibujan las empresas de capital, en Euskadi parece que el futuro está entre las compañías de economía social, donde Euskadi es un referente mundial en el sector industrial, por lo que supone de arraigo con el entorno y redistribución social de la riqueza a través de la generación de puestos de trabajo que se convierte en el máximo dividendo a obtener, descontando obviamente, la sostenibilidad de los negocios.
Ahora que la Corporación Mondragon va a celebrar el próximo miércoles, en Donostia, su congreso que servirá, por un lado, para superar el trauma que en el mundo cooperativo supuso la quiebra de Fagor Electrodomésticos y, por el otro, para establecer su hoja de ruta hasta el año 2020 ahondando en los valores del movimiento fundado por el Padre Arizmendiarrieta y estableciendo mecanismos internos de financiación intercooperativos para dar solidez y desarrollo a los negocios y afrontar la creación de nuevas empresas y negocios, el mundo del cooperativismo parece que va a encarar con una mayor dosis de realismo el futuro.
La importancia de las empresas de economía social no solamente se refleja en la facturación de 11.368 millones de euro que realizó la Corporación Mondragon el año pasado, con un incremento del 2,8% y una plantilla de 74.335 personas, un 0,4% más que el ejercicio anterior, sino en estudios como el de La crisis, ¿una oportunidad para la economía social española?, elaborado el pasado mes de junio por la fundación Funcas. En el informe no solo destaca que este tipo de sociedades son las que mejor han resistido a la crisis, sino que su peso económico y humano crece de manera constante en Europa. En concreto, en el periodo entre los años 2009-2010 representaban el 10% de todas las empresas y el 6,5% del empleo total remunerado. Desde 2003 el empleo en las empresas de economía social ha crecido en Europa un 26,8% y una cuarta parte de las nuevas compañías creadas anualmente pertenecen a esta característica. Todo un indicador que revela la importancia de este tipo de empresas y el arraigo en su entorno, curiosamente, en un mundo cada vez más globalizado.