hace veinticinco años, el grupo empresarial liderado por el desparecido Asensio puso en marcha las emisiones de Antena 3, rompiendo el monopolio televisivo ejercido durante casi cuarenta años por TVE, en sus diversos canales, sometida al férreo control gubernamental y consumida por millones de espectadores, audiencias jamás alcanzadas por las diferentes televisiones privadas. Aquella ruptura de la tele única despertó esperanzas de aires democráticos y nuevos modos de entender la tele que en seguida se apagaron, porque la tele se movió entre más de lo mismo y las mamachicho, convirtiendo la programación en una imitación, descarada copia y seguidismo de lo que hacía la competencia.

La aparición del veterano José María Carrascal y sus insufribles corbatas marcó un antes y un después en el tratamiento de la actualidad, con apuntes personales, opinativos y desusados en la tele del régimen. En paralelo con la transición política, las televisiones privadas fueron abriendo modos y maneras de tratar los asuntos informativos más allá de la censura y el control informativo.

La necesidad de usar el mando a distancia fue creando un nuevo tipo de consumidor y todos empezamos a apreciar la pluralidad de productos en una sociedad que necesitaba modernizarse y ponerse a la hora europea y las privadas contribuyeron a este renacer de la televisión, poniendo en marcha modos y personalidades de hacer tele, como Aragón, Hermida, Mariñas y un buen puñado de profesionales, ellos y ellas, a las órdenes de los responsables de la nueva empresa audiovisual que encarnó el concepto de televisión para la familia, de la familia, en familia. Nuevas empresas televisivas y productoras, incremento de famosos, programaciones matinales, redacciones periodísticas atravesadas por aires de libertad de información dibujaron un nuevo paisaje que vivimos y heredamos hace veinticinco años. Zorionak, Antena 3.