entre otras cosas, lo que tiene de interesante la decisión de reinsertarse en la sociedad por parte de los que un día pertenecieron a ETA y cumplen condena por ello, es que da oportunidad para intentar espacios de encuentro entre las dos orillas más distantes de nuestra convivencia: las víctimas y quienes les provocaron esa dolorosa condición. Hay que reconocer que todavía estamos muy lejos de que ese proceso de encuentro se consolide y que, como mucho, se están dando pasos tímidos consistentes en contactos aislados o en confluencias programadas de las que se deduce que es aún muy largo el camino por recorrer.
En ocasiones, estos contactos entre ambas partes han terminado como el rosario de la aurora y hay que reconocer que no ha sido así por culpa del preso sino del visitante. Aprovechar estas iniciativas del cara a cara discreto entre víctima y victimario para desahogar primero ante el preso y después ante la prensa todo el dolor y el odio acumulado, es adulterar el objetivo de un proyecto institucional dirigido a la reconciliación. Por el contrario, es motivo de esperanza un encuentro en el que el victimario parte del reconocimiento del daño causado y la víctima parte de la convicción de que no puede perpetuar el estrago personal causado en su día por el terror manteniendo de por vida ese mismo estrago personal basado en el odio y la venganza.
La decisión tomada por los presos encuadrados en la Vía Nanclares va mucho más allá del sálvese quien pueda del que se les acusa desde el EPPK y en buena parte desde el conjunto de la izquierda abertzale. La decisión de no someterse a decisiones colectivas ha llevado a alguno de los presos más significativos a sumarse públicamente a iniciativas de reconciliación que en buena parte tienen como base una catarsis personal con la que se asoman estremecidos a su propio pasado.
Uno de los más representativos de este empeño por recuperar con dignidad las bases de la convivencia es Joseba Urrosolo, quien no tuvo en su día ningún reparo en criticar con dureza a quienes exigiéndole disciplina le convirtieron en un monstruo sanguinario al mismo tiempo que le convertían en carne de cañón. Desde el inmenso desengaño, su trayectoria desde hace más de una década se ha caracterizado por el empeño en comprender y reconocer el daño causado, buscando al mismo tiempo el contacto de empatía con quienes fueron objeto de ese daño.
En una reciente mesa redonda emitida por una cadena de radio, Urrosolo reconocía que se siente responsable de todas las víctimas causadas por ETA, no sólo de las que él directamente había provocado. Se ha empeñado en hablar cara a cara con las víctimas, “porque es la única manera de afrontar la convivencia”. Reconoció la contradicción que atenaza a la izquierda abertzale, que asume que lo ocurrido con Lasa y Zabala fue una barbaridad, pero no es capaz de asumir que el asesinato de Miguel Ángel Blanco también lo fue.
Presente en la mesa, Iñaki García Arrizabalaga, cuyo padre fue asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas, escuchaba atento las reflexiones de Urrosolo y reconocía el valor del paso dado por el preso concluyendo que “tú y yo nunca vamos a ser amigos, lo que quiero es que nuestros nietos puedan jugar juntos”.
El obispo emérito de Donostia, Juan Mari Uriarte, insiste en que sentar a una misma mesa a ambas orillas es un paso fundamental para la reconciliación, y que ésta “es un ingrediente esencial para la salud social”. Insta a los victimarios a pedir perdón, y a las víctimas a aceptarlo. Sin embargo, se lamenta de que no se dan las condiciones necesarias para que la reconciliación sea efectiva. Y es que la reconciliación plena no puede llegar mientras no llegue la plena pacificación, y para ello ETA tiene que disolverse y la izquierda abertzale reconocer “su parte de responsabilidad”, al tiempo que debe cesar la política antiterrorista “concebida para tiempos más duros”, con lo que ello conlleva de modificación de la política penitenciaria y el cese de la justicia del enemigo.
En este punto estamos, en tímidos pero meritorios ensayos de reconciliación antes incluso de que se logre esa pacificación que ya tarda demasiado. No es como para echar las campanas al vuelo, pero sí un aldabonazo que sacuda las conciencias de quienes no están dispuestos a reconocer el daño causado ni a renunciar a la venganza. Va para largo, porque la vía principal está bloqueada. No hay más que ver con qué desconfianza ha sido acogida la visita de los mediadores Powell y McGuinness y la apatía emocional mostrada por la sociedad vasca ante su presencia.
PD: A última hora me entero que la Audiencia Nacional ha revocado a Joseba Urrosolo los permisos de que disfrutaba. Esto va para largo.