Sin que se sepa cuáles son las razones para que se le dé la importancia que se le da, no puede negarse que cada vez que se hace pública una nueva entrega del Euskobarómetro sube el pan. Y ello, porque el conjunto de los medios de comunicación lo interpretan en clave electoral centrando su interés en qué partido sube, qué partido baja, o qué partido se estanca. Del resto, de la valoración de los políticos o de los temas generales que interesan a la sociedad, apenas si se habla.

El último Euskobarómetro, dado a conocer el pasado día 4, se lo ventilaron los políticos y los medios de comunicación en cábalas electorales y en pronósticos basados en los resultados previsibles. Este, y no más, es el campo de juego para un trabajo sociológico de envergadura que, en definitiva, describe un reflejo de la realidad política vasca estable de la que se deduce que, si no hay trampa en la elaboración del trabajo, estamos estancados en dos grandes espacios ideológicos.

Dos espacios que, a su vez, se subdividen en otros dos, de manera que conforman cuatro sensibilidades definidas con brocha gorda: primero, nacionalistas vascos y nacionalistas españoles como los espacios antagónicos; segundo, también con brocha gorda, cada uno de esos espacios subdivididos en derecha e izquierda.

La resultante es la foto fija del Parlamento Vasco: PNV y EH Bildu como nacionalistas vascos, y PP y PSE como nacionalistas españoles que, quizá por pudor, suelen preferir denominarse constitucionalistas. Para que nadie se sienta ninguneado, añádase al espacio de los nacionalistas españoles el apéndice monoparlamentario de UPyD. Y esa foto fija, por más vueltas que den las convocatorias electorales, es la que es: definida, dividida y casi equivalente. En esta realidad se mueve el espacio político vasco, en proporciones más o menos variables pero hasta el momento sin alteraciones de gran calado.

Un espacio, evidentemente, difícil de gestionar si se pretende como único fin la toma del poder. Esta lamentable práctica política del poder a toda costa tiene un pasado errático porque se ha concebido la inevitable transversalidad en términos de aritmética: pacto, si me dan los números pero procurando moverme lo más mínimo.

Venimos de una historia de bloques antagónicos que demasiadas veces ha provocado una permanente tentación de cerrar la muralla. En una sociedad plural como la descrita en los trabajos sociológicos y constatada en las vivencias de la ciudadanía, es preciso reconocer los errores a los que ha llevado esta visión parcial de la realidad fraccionada que nos corresponde. Entiendo que no es nada fácil que los políticos asuman y reconozcan los errores cometidos, pero a estas alturas difícilmente podría pensarse en una reedición del Pacto de Lizarra ni una vuelta al pacto antinatura de PSE y PP para lograr el poder en la CAV. Es necesario que los responsables políticos vascos acepten la realidad tal cual es, reconozcan los errores cometidos y lleguen a la convicción de que a día de hoy y sin que chirríe, ninguna de las fuerzas parlamentarias vascas puede imponer sus criterios sin tener en cuenta a sus adversarios.

Cualquier solución de futuro pasa por la transversalidad, y esto vale tanto para las más altas instancias de gobierno, como para los problemas cotidianos de la gestión diaria, o para la consolidación definitiva del proceso de paz. Los bloques generan trincheras, y solo mirando a los ojos del adversario político sin tentaciones de imposición y con disposición a ceder, se podrá lograr la estabilidad en este laberinto.

En la foto fija que deja el Euskobarómetro hay que descender a las posibilidades reales de transversalidad y, lamentablemente, poco espacio queda para el optimismo dada la tendencia a confundirla con la aritmética y la resistencia numantina a ceder un milímetro de las posiciones de cada uno. Por supuesto, PNV y EH Bildu sumarían suficientes parlamentarios como para pensar, por ejemplo, en un acuerdo de gobierno. Ambos bloques abertzales son antagónicos, como agua y aceite, teniendo en cuenta la estrategia de EH Bildu centrada en arrebatar al PNV la hegemonía en ese bloque. Dada la penosa y efímera experiencia vivida, difícilmente PSE y PP volverían al suicidio que supuso su acuerdo en la pasada legislatura. Y eso, además, tras constatar que aun pudiendo compartir esencias constitucionalistas lo que está claro que les falla es la aritmética.

Los analistas que siguen anclados en esa aritmética como vía al poder se apresuraron a analizar el Euskobarómetro apelando al acuerdo transversal PNV-PSE. La puñetera aritmética lo permite. Sin embargo, para lograr una solución que no sea efímera, el camino está en una propuesta tan transversal que pueda ser consensuada por las cuatro grandes sensibilidades. Y eso no se logra solo con escaños sino con el diálogo, la integración, la empatía y una inmensa capacidad de ceder.