No puede volver a ocurrir
EN quince días y según el último censo electoral, 1.718.734 votantes decidirán cuál vaya a ser la composición del Parlamento Vasco, tres años y medio después de que la voluntad real de los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca quedara desvirtuada por una legalidad ilegitima y por un apaño entre enemigos basado en la pura revancha.
Esta vez, el día 21 de octubre, la ciudadanía de estos tres territorios vascos se ha liberado de la losa que durante años ha diezmado el censo electoral impidiendo la representación de decenas de miles de personas. Esta vez, dentro de quince días, nadie podrá jugar con ventaja porque todas las formaciones políticas están de salida a la par y se acabó la trampa.
Con todas las fichas en el tablero, solo queda esperar que no vuelva a ocurrir el mismo desprecio a la voluntad de los electores que se produjo tras el recuento de las urnas el 1 de marzo de 2009. Que el ajuste de cuentas febrilmente fraguado durante demasiados años no vuelva a cuajar, ni por parte de una legislación partidaria, ni por parte de una ambición revanchista, ni por parte de una desafección intransigente entre afines.
No puede volver a ocurrir que sea la aritmética la razón única y última para decidir el liderazgo en una comunidad plural pero con intereses y afanes comunes.
No puede volver a ocurrir que sea el desquite el argumento principal para improvisar una gobernanza obsesionada fundamentalmente por hacer lo contrario de lo que se venía haciendo.
No puede volver a ocurrir que sea el desalojo del adversario la única motivación para aposentarse en Ajuria Enea, sin más programa que el despido a empujones de sus anteriores ocupantes.
No puede volver a ocurrir que el desenlace de la jornada electoral abra la puerta a una legión de trepas y resentidos que, después de lustros demandando "¿qué hay de lo mío?" ocupen cargos y despachos sin más preparación que el carné del partido y un máster en intrigas y compadreos.
No puede volver a ocurrir que el Gobierno que salga de las urnas el 21 de octubre sea rechazado por la ciudadanía desde sus primeros meses de ejercicio hasta su patética agonía tres años después.
No puede volver a ocurrir que un desatino como el perpetrado en 2009 sea aplaudido, jaleado y halagado por los medios informativos de mayor difusión de ámbito vasco y, por supuesto, de los de ámbito estatal.
No puede volver a ocurrir que repitan en el poder los mismos que hasta conseguirlo habían provocado e instaurado la crispación política y mediática, y que amenazan con volver a reproducirla en el caso de que recuperen el poder los mismos que ellos desalojaron.
No puede volver a ocurrir que los electores vascos dejen su próximo futuro en manos de personas ineptas y notorios incompetentes que, además de no haber tenido ni idea de cómo afrontar la crisis generalizada, han dilapidado los esfuerzos y los conocimientos de quienes les entregaron en el relevo un modelo a seguir.
No puede volver a ocurrir que la máxima representación de una sociedad que mayoritariamente aspira a la soberanía menosprecie las posibilidades de autogobierno que la ley le otorga y se pliegue a la obstinación centralista de los que le mandan poniéndose a sus órdenes por si algún día hay que ofrecerles sus servicios.
No puede volver a ocurrir que las trampas o las rivalidades electorales dejen el país en manos de un gobernante que ignora el idioma vasco, tan oficial como el castellano, y cuya única sensibilidad sobre la cultura vasca y el único contacto con ella sea un remoto pasado como dantzari episódico en su pueblo.
No puede volver a ocurrir que la distorsión de la voluntad mayoritaria de esta sociedad propicie el triunfo de unos gobernantes ajenos a los esfuerzos y compromisos por la paz y la normalización de un país azotado durante décadas por la violencia, dirigiéndolo desde los despachos de Lakua con el apoyo de quienes hicieron de esa violencia beneficio político y partidista.
No puede volver a ocurrir que ni el presente ni el futuro de este pueblo queden en manos de unas gentes que carguen la crisis sobre los hombros de los más débiles y gasten el dinero de todos de forma tan disparatada que multipliquen por ocho la deuda pública para que sea pagada durante años por la mayoría social que no les votó.
El día 21 se abren las urnas. Si algunos tienen dudas sobre cuál vaya a ser la dirección de su voto, que al menos tengan claro a quiénes no hay que votar para que no se vuelva a repetir el desastre que durante estos tres años y medio han venido soportando.