Inmersos en un clima de turbulencias y elevada desorientación, son muchos los que abandonan la mentalidad largo-placista, el intento de pensar en un futuro mejor y distinto al presente, y, menos aún, quienes se comprometen a imaginar, soñar y, sobre todo, afrontar el esfuerzo y recorrido requerido para hacer posible una intención aspiracional verdaderamente transformadora.
No obstante, desde mi querencia y compromiso profesional, enmendada y sostenida a lo largo de los años, no puedo sino reafirmarme en la importancia diferencial de la estrategia. Convencido de su importancia e inevitabilidad (afortunadamente), imprescindible para construir mundos diferenciales, creadores de valor para personas, empresas y comunidades a la vez, me resisto a renunciar al complejo compromiso transformador que, por definición, orienta el esfuerzo en espacios aspiracionales, de pensamiento sistémico y largoplacista (personal, unilateral y colectivo), proporciona una necesaria alineación en torno a un propósito (no “marquetiniano” sino de principios y valores), genera una dinámica positiva para la búsqueda de trascendencia, se convierte en un extraordinario facilitador de la ordenada y coherente manera de instrumentar y organizar recursos (siempre escasos si el proceso transformador es lo suficientemente original y específico), regula de forma adecuad los tiempos para su logro, y recoge una verdadera unicidad que confiera una “ventaja competitiva”, generando motivación e ilusión (sentido) a lo que hacemos. Así, vivir en perenne “actitud estratégica” te mantiene en forma, te lleva a aprender de manera constante, te aporta curiosidad (y te invita a participar-compartir creatividad) en una búsqueda continua de razones para visualizar futuros deseables. Razones para compartir la persecución de espacios ilusionantes y participar de un recorrido deseable con personas, líderes, y compañeros de viaje que aportan valor. Espacios ilusionantes, aspiracionales, que no “sueños optimistas imposibles” alejados de la realidad. Estrategias posibles, ejecutables, compartibles.
Así, en tiempos como los que vivimos, lejos de instalarnos en la parálisis del pesimismo y desánimo (en especial respeto de todo aquello en lo que tenemos escasa capacidad o poder de cambio), hemos de activar la búsqueda de las ideas y propuestas de verdadero avance y soluciones de futuro, de líderes responsables, comprometidos en el complejo proceso de toma de decisiones clave para las transformaciones exigibles que resulten imprescindibles para un futuro mejor.
Esta semana me han llamado positivamente la atención una serie de “señales” en esta dirección de futuro. Así, en una entrevista a Nicolai Tangen, consejero delegado de NORGES (Fondo Soberano de Noruega con activos equivalentes al 1,5% de todos los valores cotizados del mundo), preguntado por “la ventaja diferencial de su estrategia de éxito”, respondía: “Si desvelas tu ambición y la gente no se ríe, es que no es lo suficientemente grande, diferencial, única”, destacando la unicidad de una verdadera apuesta distinta. Añadía (segunda señal a tener en cuenta) que su “estrategia de inversión es simple: invertir a 50/100 años, diversificando desde la esencia troncal de lo que conocer, saber hacer” y, finalmente, la “facilidad de dirigir y gestionar una empresa como ésta, en plena turbulencia geopolítica, geoeconómica, desafiada por una disrupción tecnológica de impacto y alcance aún desconocidos, y de valores , ya que es el Parlamento noruego, titular del Fondo, el que define aquellos países en los que NO se puede invertir o en las empresas que atentan contra la ética, los derechos humanos, medio ambiente o problemas sociales, “limitando su responsabilidad” a seguir un propósito pre-existente y un Código Ético, de buenas prácticas y comportamiento” establecidos en el ámbito que corresponde. Principios, valores, propósitos, ética, buena gobernanza, compromiso país, largo plazo, responsabilidades diferenciadas y diversidad coherente de jugadores implicados en el objetivo y logro final.
Reglas y conceptos claros y esenciales que facilitan la búsqueda de buenos resultados cuando las cosas van bien, los tiempos acompañan y las reglas del juego se respetan. Y, sobre todo, esenciales cuando las cosas se tuercen y las transformaciones exigibles no son fáciles para todos.
Desgraciadamente, hoy, la inversión en futuro se ve proclamada por todas partes, pero escasamente realizada. Condicionada por múltiples movimientos contrarios a las “normas, actitudes, cultura y comportamiento esperables” desaniman el compromiso, huyen del esfuerzo necesario y asumen el presente sin esperanza en un espacio mejor, lo que se traduce en un desencanto y desapego generalizado, cuestionando la confianza requerida.
Como contrapartida, proliferan a la vez, promesas sin rigor, “nuevas recetas” simplistas e improvisadas que ofrecen soluciones únicas, rápidas, inmediatas y atajos hacia nuevos horizontes sin coste aparente, en una larga e intensa desesperanza y creciente polarización que se extiende en todos los ámbitos y jugadores implicables en potenciales espacios compartibles.
Lejos de estas ofertas milagrosas, las verdaderas transformaciones que necesitamos (y se supone queremos) exigen tiempo y, por lo general, múltiples sucesiones colaborativas, casi siempre, alcanzables por fases, transiciones e hitos intermedios, “hacia el éxito final”. Procesos que requieren el concurso de muchos jugadores distintos, con papeles diferenciados, intereses no alineados inicialmente, con proyectos e iniciativas propios, capacidades varias, y con proyectos de vida y profesional, claramente diferentes y/o distantes. Todos ellos indispensables para construir un espacio común. Como recordaba hace unos días Sanjay Jain, director de la Fundación Gates: “La confianza lo es todo”, en referencia a los resultados que han conseguido en la África en desarrollo en una serie de apuestas de largo plazo para comunidades vulnerables a la búsqueda de su propio camino. Explicaba su experiencia “Cuando un usuario o destinatario comprueba que los sistemas y ofertas están diseñados para su servicio y protección, cuando se comunica abiertamente, desde la credibilidad y comprobación del logro, la confianza le sigue, impulsa el crecimiento transformador, afianza nuevos pasos de mejora, y posibilita alcanzar el éxito perseguido. En este caso, el objetivo a compartir pretende provocar cadenas de esfuerzos creativos y asociativos hacia apuestas de nuevas infraestructuras, tecnologías digitales y disruptivas y medios para reinventar nuevos modelos de salud, educativos, económicos a en un gran “Sur Global” que será una realidad positiva, más allá de sus dificultades actuales, de su profusa y no alineada composición, en contextos distantes y con una desconfianza secular en sus sistemas de gobernanza , resultados compartibles y “liderazgos” no reconocibles o aceptados. Comunidades exigentes y necesitadas de “invertir en futuro”, sabiendo que es la manera de abrazar las imprescindibles transformaciones intergeneracionales explotando las muchas oportunidades que visualizan.
Legados y futuro en un movimiento sincronizado. Raíces y alas que llevan a un futuro mejor, distinto y deseable. Sin duda, no resulta fácil apelar al optimismo creativo y responsable, cuando el discurso de la confortabilidad prima en un mundo al que se ofrecen muchos más miedos que esperanza, gobernanzas de la inmediatez y desconocidos planes de futuro, bajo un discurso mantra de “haberle robado el futuro prometido y la sensación intranquila y caótica, de un presente desolador, repleto de dificultades, animando a un ocio ilimitado viviendo solamente un presente a la vez que se pretende vender la falsa convicción de una cobertura de terceros para todo , con una garantía, no fundada, plena de resultados que no tendrán contrapartida personal y esfuerzo colectivo, potenciando la mentalidad de “bloqueo” a todo (y, en especial, a toda autoridad sin distinción). Hay futuro, pero hemos de pensar e invertir en él.
No se trata de ignorar lo que observamos y padecemos , que recogen de forma sintética dos medios de prestigio, de diferente orientación ideológica, en sus números de este mes, cuyas portadas, La economía de la Superinteligencia (The Economist) y La economía global del Armamento (Foreign Affairs): “Nos movemos entre dos espacios peligrosos, escasamente ilusionantes para salir del atrincheramiento de hoy y comprometer un largo y complejo recorrido para un futuro incierto en el que casi todo cambiará pudiera en favor de una “superinteligencia artificial” cuya realidad se aleja de nuestra comprensión, y un mundo de conflicto para una economía de la guerra”.
Mensaje determinista, que no olvidemos, dependerá de nosotros, verdaderos actores protagonistas de nuestro futuro.
Invertir en futuro, en liderazgos probados, constructivos y generadores de oportunidades y mundos mejores para todos. Invertir en una visión deseada. Invertir con propósito, sentido, con verdadero contenido estratégico del largo plazo.