LA cuarta edición del Festival de Televisión de Vitoria finalizó con una magnífica pero desmedida gala en sus términos horarios porque sentar al personal a las ocho de la tarde y levantarlo a las doce de la noche es abuso de posición dominante. Otro año más, Luis Larrodera con el apoyo de Xavier Dertell volvió a bordarlo con una lección de emotiva presentación, sentido del ritmo y búsqueda de episodios calientes que dieron al espectáculo calor, brillantez e ingenio con momentos antológicos como la reconciliación de Arias y Risto, el homenaje a Chicho, el piquito amoroso de Milá y Luis o la presencia de Almudena Cid y Maider Unda con su flamante medalla olímpica. La pasada edición del festival ha abandonado con buen criterio y acierto, la presencia de la radio en unas jornadas en las que difícilmente podía brillar con luz propia. La participación popular se ha mantenido con éxito en los desfiles por la alfombra, en esta ocasión verde con un guiño a Green Capital vitoriana. El Festival invierte esfuerzos, dinero y tiempo en arroparse con la presencia de actores, guionistas y directores de series que garanticen respuesta del personal en la calle. El buen rollo entre cadenas y productoras con el Festival debe mantenerse y es básico para el glamour y atención informativa que se ofrece en los informativos de las grandes cadenas del evento gasteiztarra. Un éxito más de un equipo humano plagado de profesionales con las voluntarias pilas cargadas para entregar generosamente todo su buen hacer y saber a esta cita anual, marcada en rojo para los profesionales del medio. Un poderoso esfuerzo recompensado por los vitorianos que ya sienten como propio un festival de la televisión, único en el Estado. Vitoria-Gasteiz es por unos días capital de la tele gracias al buen hacer de la amplia, espléndida y combativa troupe de J. Fiestras.