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No hay tiempo que perder

Aestas alturas, ya casi nadie cree que Patxi López vaya a agotar la legislatura ni que Yolanda Barcina pueda sostener su Gobierno minoritario de UPN por más cables que le pueda echar el PP navarro. Al primero le quedan ocho meses de agonía y a la segunda nada menos que tres años de soledad, una eternidad en política. En este momento los partidos se ven obligados a simultanear tareas, ya sean las de gobierno o las de oposición, mientras van tomando posiciones para la arremetida final.

Entre medio está el verano, el largo y cálido verano que en teoría paraliza la actividad política o, al menos, la adormece. Pero no están las cosas para perder el tiempo y ni siquiera los Sanfermines deberían evitar las tomas de posición de cada uno ni el rincón de las conspiraciones, si procede. Por eso, puede preverse que van a ser unos meses intensos en los que una sociedad sobresaltada y venida a menos económica, social y laboralmente va a estar vigilante para que no le vuelvan a engañar con palabrería, para que dejen de predicarle y comiencen a darle trigo de una vez.

Toca a las formaciones políticas retratarse, pero ante la realidad de una Navarra sumida en la más grave depresión económica de las últimas décadas y una CAV que ha multiplicado por ocho el déficit público en tres años, los dirigentes políticos deberían cuidarse muy mucho de dedicar su tiempo a la propaganda, al tópico y a la verborrea. Porque no cuela, porque los tiempos son demasiado duros como para tratar de engañar, porque la gente no está para soflamas ni para paños calientes.

Ha sido el lehendakari López quien con más entusiasmo y dedicación que decencia se ha aplicado el primero a la tarea preelectoral. Juega con ventaja, porque solo él sabe cuándo van a convocarse los comicios en la CAV. De repente, quien no ha movido un dedo en defensa del autogobierno pretende convertirse en adalid de las competencias autonómicas.

De repente, quien ha mirado siempre para otro lado ante las reivindicaciones de un cambio en la política penitenciaria, se suma al coro que exige el fin de la dispersión. De repente, quien ni se enteró de la evolución y desarrollo del proceso de paz, vende que él ha logrado que ETA abandone la lucha armada.

De repente, buzonea masivamente con dinero público para vender humo a cuenta de sus logros ilusorios. De repente, su mano derecha Rodolfo Ares hace como que se enfrenta a la Guardia Civil en defensa de la Ertzaintza por el asunto de la Vuelta España, enfrentamiento para la galería porque ya está pactada su protesta. Todo esto es el discurso que ya nadie quiere escuchar. Todo esto es el sempiterno recurso a la palabrería, que nadie cree.

Lo que la sociedad, tanto la navarra como la vascongada, está esperando es esa decisión que en términos empresariales se suele llamar "un plan de gestión". Qué propone cada uno para superar la crisis económica, productiva y laboral. Cómo va a mantenerse la protección social a los más desfavorecidos. Cómo van a recuperarse la calidad de la educación y la sanidad. Cuáles son las intenciones y las medidas de cada uno para aprovechar al máximo las cotas de autogobierno que tenemos para mejorar la calidad de vida en las dos comunidades vascas.

Las circunstancias obligan a que el verano, en lugar de tiempo de relajo, vaya a ser para nuestros políticos una dilatada jornada de reflexión y para la ciudadanía vasca un tiempo de exigencia y control de lo que han hecho, están haciendo y van a hacer quienes aspiran a dirigir su destino en los próximos tiempos.

Y la primera constatación es que no se pueden prolongar situaciones agónicas en dos gobiernos autonómicos minoritarios, inoperantes e incapaces de resolver los problemas acuciantes que agobian a la sociedad. López y Barcina deberían haber disuelto ya los parlamentos y convocado elecciones.

En Nafarroa, los partidos que creen en un Gobierno de progreso deberían haber iniciado ya sus contactos para llegar a futuros acuerdos. En la CAV, legalizado Sortu, deberán resituarse para sobrevivir algunos de los componentes de EH Bildu, o asumir disciplinadamente y en silencio la hegemonía de la izquierda aber-tzale histórica así como la gestión errática y autoritaria que Bildu está protagonizando allá donde tiene el poder.

Y en esta precampaña en la que hace ya semanas estamos sumidos no se puede engañar a la ciudadanía con maniobras de distracción, o de pretendido desgaste, como el bulo de los "pactos ocultos" que, curiosamente, sitúan siempre al PNV en medio del círculo: "PNV pactará con el PP", dicen los socialistas; "PNV pactará con el españolismo", dicen los abertzales radicales; "PNV pactará con Bildu", dicen los populares. Y así, mareando la perdiz, va pasando el tiempo sin definir cuál va a ser el compromiso de cada quién para salir de ésta.

En realidad, las dudas se despejan de un plumazo. EH Bildu va a ir a degüello contra el PNV porque quiere disputarle la hegemonía abertzale. PP y PSE, si logran sumar, volverán a repetir el "Gobierno del cambio" que nunca llegó. En Nafarroa, UPN buscará desesperadamente otra vez al PSN porque con el PP no le basta. Sería un inmenso error que los socialistas navarros perdieran el tiempo y la dignidad volviendo a su oficio de bastón de la derecha extrema.

Y no estamos para perder el tiempo.