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Una visita frustrante

DE nuevo Brian Currin y el Grupo Internacional de Contacto (GIC) han visitado Euskadi. Lo han hecho para verificar una vez más el estado del proceso de paz cuyos parámetros trazó la Declaración de Aiete y refrendó ETA con el anuncio de final definitivo de la lucha armada el 20 de octubre de 2011. La conclusión de esta nueva visita no ha podido ser más desalentadora, tanto por los resultados comprobados como por el menosprecio que se hace desde los poderes públicos hacia el trabajo de este grupo de expertos en resolución de conflictos.

Sobre el estado del proceso de paz, el GIC ha echado mano de la diplomacia para suavizar su decepción real ante la falta de compromiso tanto por parte del Gobierno español como del Vasco, incluso del francés, para tomarse en serio el desarrollo del proceso y darle impulso hacia su conclusión definitiva. Ha estimado que está confirmado que ETA ha abandonado la actividad terrorista y ha reiterado su petición a los gobiernos español y francés, a los que reconoce "la necesidad de cooperar ante actividades terroristas", a contactar y dialogar con ETA sobre las "consecuencias del conflicto".

El GIC ha considerado como "un paso adelante" el Plan de Reinserción presentado por el Ejecutivo de Rajoy, menos da una piedra, aunque no entiende cómo puede mantenerse la dispersión de los presos y ha recordado que la proximidad de los reclusos a sus lugares de origen está "ampliamente aceptada" en la UE como "piedra angular en su reintegración social".

En ese mismo estilo diplomático, ha calificado de "paso importante" el Congreso sobre Memoria y Convivencia que organizó el Gobierno Vasco del 14 al 20 de mayo y ha apoyado la creación en el Parlamento Vasco de una ponencia sobre paz y convivencia, aunque uno de sus integrantes, Alberto Spektorowsky, que compareció ante esa ponencia, no pudo menos que lamentar la ausencia del PP en la sesión y manifestar su estupor ante la autoexclusión de la izquierda abertzale en las aportaciones a la ponencia.

En conclusión, el balance sigue siendo desalentador para un grupo de personalidades de prestigio internacional que se está viendo ninguneado por los Gobiernos español y vasco, hasta el punto de tener que soportar las impertinencias de un Antonio Basagoiti que les exige que "dejen de molestar" y les acusa de mercenarios que vienen para "lucrarse con el dolor de las víctimas". Soportan, también, las pullas del ministro de Interior cuando les acusa de estar "en absoluta connivencia con la izquierda abertzale", y el sarcasmo del Gobierno Vasco, en la misma línea, advirtiendo que los facilitadores europeos "no son bienvenidos ni son necesarios".

Para colmo, la estancia de Currin y su grupo en Euskadi ha coincidido -curiosa coincidencia- con la detención en las Landas de dos presuntos miembros de ETA a los que se les atribuye altas responsabilidades en el organigrama de la organización hoy inactiva. Un nuevo "número uno" detenido, el enésimo. Se da la circunstancia que, de acuerdo a la nota oficial, los dos jóvenes iban armados y se les incautó un kilo de "material para fabricar explosivos". Arsenal suficiente para que se disparasen todas las alarmas y especulaciones sobre la intención real de ETA para el final de su lucha armada.

La detención de Gurrutxaga y Aranburu disparó la euforia comunicativa en el Ministerio de Interior español aportando un dato triunfalista que paliase el desplome de imagen del Ejecutivo de Rajoy tras el desastre de Bankia. La única verificación sobre la retirada de ETA, la de la Policía. El único desarme, el de la incautación tras las detenciones. España se basta y se sobra para derrotar a ETA, que sigue viva y armada. Este ha sido el mensaje, el aprovechamiento miserable de una operación policial.

Como es sabido, el Comisión Internacional de Verificación recomendó a ETA que sus militantes fueran desarmados para evitar enfrentamientos, pero esta recomendación no fue tenida en cuenta apelando a la autodefensa aunque más bien se tratase de una estrategia para no ser entregados a España y pasar a depender de la Justicia francesa. La circunstancia de que los dos detenidos fueran armados, en realidad, hay que reconocer que no ha sido bien recibida por el grupo liderado por Currin. Y no por temor a un rearme de ETA ni a una posible reanudación de su actividad, ni mucho menos, sino porque ello va a ser aprovechado por el Gobierno español para perseverar en su inmovilismo y para cargarse de razones en su estrategia de "derrotar a ETA". De una tacada refuerza su tesis de dejar que ETA se pudra en su propia inacción, a la vez que contenta a los colectivos de víctimas más radicalizados.

Si a esto añadimos la sospecha del rearme y la tregua trampa, en base al supuesto material para fabricar explosivos incautado a los dos detenidos, todo cuadra para seguir sin dar ni un paso. Luego, cuando se compruebe que ese material era para fabricar pintura o para cualquier otro menester inofensivo -como ya ocurrió en otra reciente detención-, ya dará igual.

Currin y su grupo se marcharon con más pena que gloria. Pero volverán y el proceso seguirá adelante porque es la voluntad mayoritaria de este pueblo la que quiere paz, normalización y reconciliación.