eL juicio contra Camps y Costa tiene todos los boletos para acabar pronto en una serie de televisión. Diálogos coloquiales, personajes pegados a la actualidad y un final que uno puede poner o cambiar a su antojo. Ahora, todo esto está más cerca de la comedia que de otra cosa. Porque ya me dirán si lo que esconde esta pantomima no es otra cosa que los delitos que subyacen detrás de la aceptación de unos trajes. Esto recuerda, por dios salvando las distancias, a Al Capone, aquel mafioso cuyo vasto historial criminal no consiguió llevarlo a la cárcel y finalmente se le detuvo por un delito fiscal. Ver a Camps hablando de los tique del El Corte Inglés, de sus amiguitos del alma, es como una tomadura de pelo a la justicia y a los ciudadanos que lo soportamos en los telediarios. Quizás el cine pueda hacer algo digno con su figura. Qué se yo: una versión de El Padrino y Cañas y Barro con paella a la valenciana y en pleno siglo XXI. Y es que debe ser el momento en que los niños de papá comiencen a saber que la realidad puede ponerlos a prueba como sigan intentando vivir de sus fantasías. La entrevista de Jordi Evolé en Salvados a Cayetano, hijo menor de la duquesa de Alba, vino a poner en solfa la calaña de la que están curtidos. A este aristócrata le ha bastado una entrevista para mostrar su miserable sistema de valores. Quizás el destino ha querido desnudarlos a los dos en los mismos días para que alguien idee la serie de televisión o el filme que hable sobre estos personajes trastornados. El político y presidente con modales de curita obsesionado por el corte perfecto de sus trajes y un jinete de alcurnia que debió golpearse muchas veces y muy fuerte en la cabeza para darse cuenta de lo vagos que son los andaluces. Almodóvar con estos mimbres fijo que consigue un Oscar.