una práctica habitual en los medios es introducir en el desarrollo de un programa opiniones del personal, de anónimos ciudadanos cogidos al azar en calles, parques o barrios para que den su opinión, comentario o crítica delante de los micrófonos o cámaras televisuales sobre cuestiones tan alejadas entre sí como la virginidad de Aida Nízar o la fecha de las próximas elecciones. Esta retroalimentación de los discursos se ha hecho tan natural que no hay programa que se precie que no saque la vox populi, encuesta de opinión popular en su narración de hechos. Opinar sin ton ni son se ha convertido en un deporte olímpicamente practicado y por ello, el personal no tiene reparos cuando es solicitado por reportero/a para que condense su cacumen en veinte segundos. Días pasados se pudo ver en una cadena amiga las opiniones que el personal vertía sobre la capacidad engendradora de dormir al personal, literalmente hablando, que tiene el electrodoméstico blanco llamado televisión. Las personas contactadas reconocían sin apuro la compañía de la televisión para echar una cabezadita en algún momento del día al amparo de las imágenes y sonidos del poderoso medio de comunicación que sirve, tomen nota los estudiosos del asunto, para echar la siesta al compás mecido de sus historietas. Sofá favorito, rincón asignado, pies en alto sobre baja mesa, cuerpo deslizándose sobre mullido asiento y placentera sensación de hipnosis mental provocada por la estupidez amodorrante de la tele conforman el momento más dulce del día para miles de telespectadores que no podrían conciliar el sueño sin el auxilio de la caja tonta. Glorioso y bendito uso complementario de un electrodoméstico que definirá y caracterizara la vida personal y colectiva del siglo XXI. Bendita y fructífera siesta televisiva; un momento del día para la gloria.