Síguenos en redes sociales:

De los conversos y otros agitadores

SE comenta que últimamente en Madrid el ambiente político y mediático es irrespirable. A golpe de encuesta, la derechona está crecida y ya no se trata sólo de ganar al PSOE sino de machacar al Gobierno. Nunca como ahora se ha ejercido con tanta impunidad la calumnia, el insulto, el quebranto de la convivencia y el atropello antidemocrático. El discurso de los dirigentes del PP pone los pelos de punta y -no se sabe quién es antes, el huevo o la gallina- mientras tanto los medios de comunicación afines rivalizan en editoriales incendiarios y guerracivilistas expandiendo artificialmente alarma social y presionando con arrogancia a la justicia. El Gobierno y el partido que lo sustenta, incluidas sus sucursales periféricas, achantan ante el chaparrón, a la espera, vana, de que escampe.

En este barrizal antidemocrático en el que estamos empantanados asistimos a atropellos sucesivos casi sin darnos tiempo a recuperar el aliento, de manera que un avasallamiento sigue a otro y lo cubre, o lo supera, dificultando la capacidad de reacción y enterrando en sucesivas capas de miseria democrática las posibilidades de respuesta.

En este preciso momento, a la hora de escribir estas líneas, toda nuestra expectación está centrada en la ilegalización o no de las listas de Bildu. Sólo hacía un mes lamentábamos por la ilegalización de Sortu decidida por el Tribunal Supremo. Aquella frustración fue sobrepasada quince días después por la cacería desatada contra Antton Troitiño, que nos tuvo en vilo hasta que todos los focos políticos y mediáticos se han centrado en impedir el paso a la coalición EA, Alternatiba y aber- tzales de izquierda.

Puesto que los casos de Sortu y Bildu tienen su origen en la misma Ley de Partidos aprobada para deformar la realidad electoral vasca y están a la espera de decisión judicial definitiva, no está de más que retomemos el caso Troitiño antes de que quede en el olvido bajo nuevos y sucesivos atropellos acumulados o quede cerrado por detención, o defunción, que nunca se sabe.

Antton Troitiño figuraba en la lista de los "etarras más sanguinarios" elaborada por los periodistas que basan su trabajo en informes policiales y colaboran con entusiasmo en la derrota de ETA y en la venganza contra los etarras, término en sí inocuo pero que se utiliza con intencionada perversidad fonética. Pues bien, a Antton Troitiño los jueces le pusieron en libertad tras haber pasado 24 años en prisión. Que 24 años de cárcel sean o no suficientes para purgar los 22 asesinatos de los que fue acusado, sólo la ley puede determinarlo y, en este caso, los jueces que la interpretaron consideraron que podía ser devuelto a la sociedad.

Inmediatamente se puso a aullar la jauría. Los manipuladores de la verdad y de las víctimas del terrorismo clamaron contra la libertad del "etarra sanguinario", al que aún le faltaban seis años para pudrirse en la cárcel. Seis años más, contados más desde la venganza que desde la justicia. "Han soltado a Barrabás", acusaba el ABC de Vocento en plena Semana Santa. Inventaron la detención preventiva y tanto clamaron, tanto amenazaron, tanto acorralaron al Gobierno y a los jueces, que los mismos magistrados que le pusieron en la calle ordenaron su búsqueda y captura. Ante este panorama Troitiño, faltaría más, puso tierra por medio.

Estos voceros de la venganza y la intransigencia son los que mandan. Ellos crean primero la alarma social, después presionan a las instituciones y, por último, salen con la suya. Aunque en el camino queden jirones de libertad y de principios democráticos. Unos lo hacen desde la estridencia, mayormente en ese irrespirable ambiente político y mediático madrileño. Otros lo hacen aquí, en Euskadi, desde tribunas de guante blanco, con menos estrépito pero con una manifiesta eficacia. Me refiero a los conversos. A los que, al parecer, han visto la luz después de muchos años de vivir en el error. Puede decirse del error ideológico o del error ético. O del horror, propiamente dicho. Puede decirse de los que un día abandonaron su fe en el nacionalismo democrático, o su fe en la lucha armada para liberar a Euskadi de la opresión. Puede decirse de los que, gracias a esa caída del caballo, fueron acogidos con los brazos abiertos y atractivas ofertas por otros poderes hasta entonces enemigos.

Desde sus nuevas tribunas, los conversos se han empleado a fondo. Han creado auténticos lobbys que hoy son guardia pretoriana del lehendakari López y copan las áreas de opinión de los medios hegemónicos. Los nombres son de todos conocidos.

Ninguno ha protestado contra la cacería de Troitiño tras sus 24 años de cárcel. Es bueno preguntarse dónde están y cuántos años de cárcel cumplieron ellos, o sus compañeros, tras tanto asesinato, tanto tiro en la rodilla, tanto secuestro, tanta extorsión, tanto estrago. Entre octubre de 1974 y septiembre de 1982 hicieron lo que hicieron. Hoy son oráculos de la sensatez, del realismo político y de la verdad constitucional y estatutaria.