Lo que más me gustaba de Delibes es que le gustaba el ciclismo y, por encima incluso del ciclismo, el Tour. Las filias se establecen así, por tonterías o no tanto. Yo a alguien que no sepa cuáles fueron los dos corredores que se fueron rectos sin tomar la curva en el 88 el día que ganó Ghirotto ni le dirijo la palabra, ja-ja. Luego ya si encima le habías leído algún libro de los que te obligaban a leer en el colegio y a pesar de eso te gustaban estaba todo hecho. Recuerdo que cuando abrí la librería coincidió con la salida a la calle de El Hereje y no hace falta decir que aunque vendí pocos libros tal vez El Hereje fue el que se llevó la palma, especialmente entre el público femenino, que era pronunciar Delibes y les brillaban los ojos. Llevarse a casa un Delibes es como verte una Wilder: se aprovecha todo, como el cerdo. Mi santa madre tiene las estanterías a rebosar de Delibes, así de poco original fui con sus cumpleaños. El caso es que además Delibes era todo lo contrario a Cela y no quererle era imposible, del mismo modo que nadie podía ver a Cela y a la petarda de su rémora. Esto siempre ha pasado, ahí tienen a Cortazar frente a Borges, a Camus frente a Sartre, hay mil ejemplos. Pero ése es un debate que contamina, como todo, porque no tiene nada que ver que uno quiera llevarse a su casa al Delibes persona para que el Delibes escritor te tenga que gustar más por ese vano motivo, sólo no vano para los que le trataron. Aunque así también entiendo lo que Delibes dijo del ciclismo: se acabó cuando se retiró Indurain. No sé si diré tanto, pero sí que es verdad que repasar a Rijs, Pantani, Ullrich, Armstrong o al propio Contador y sus pistolas y sus frases de chulito -vengo sin entrenar- le da la razón al viejo escritor. Espero que haya Teledeporte donde ha ido.