Las bombas atómicas matan pero no dejan el territorio inhabitable. En Hiroshima y Nagasaki se podía vivir allí después de explotar las bombas. Lo que mata de las bombas es, principalmente, la onda térmica. Sin reactor no puede haber bomba. Los isótopos radiactivos expelidos por una meltdown (fusión del núcleo) son muchos más que los de las bombas. Dice Alfredo García Fernández, operador de la central nuclear en Ascó (Tarragona), en su libro La energía nuclear salvará el mundo (2020), que Chernóbil no será inhabitable durante miles de años, y nos manda a Google para que busquemos el informe de la Unscear (Comité Científico sobre los Efectos de la Radiación Atómica de la ONU). Buscado, no veo que diga que Chernóbil no será inhabitable miles de años, o al menos yo lo entiendo así. A Chernóbil van -o iban- turistas a ver aquello, por lo que no será para tanto. Quien quiera visitar la zona deberá ir provisto de un contador Geiger y no podrá comer ni beber nada de lo producido allí. La catástrofe de Fukushima es de menos repercusión ambiental que la de Chernóbil. Lo explica el profesor de Radiología de la Universidad Leibniz de Hannover, Georg Steinhauser: “Chernóbil ha liberado enorme cantidad de plutonio y americio. Así que estará contaminado para siempre. Lo que se liberó en Fukushima es básicamente cesio radiactivo. El Cesio 137 tiene un periodo de 30 años”.