El miedo es libre, se dice, pero agarrota. Todos hemos pasado alguna vez miedo y sabemos qué es. Otra cosa es ser un miedica y estar un dos por tres con el culo prieto. Otra cosa es tener vértigo, que no es lo mismo. El miedo se combate en la práctica de dos maneras: evitando el peligro o enfrentándote a él. Es un movimiento del alma primario, que te avisa del peligro, real o imaginario, presente, futuro; y, ya puestos, hasta el pasado. Las películas de miedo nunca me han gustado porque me siento mal. Ir a pasar miedo porque sí me parece una majadería, aunque a algunos les gusta ese tipo de películas, cosa que nunca he entendido. Meter miedo y asustar suele ser una diversión jocosa. Otra cosa es ir a por el miedo, por ejemplo, sentir el bufido de un toro bravo en la calle Estafeta en el encierro. Es como una atracción fatal. Como escalar rocas, volar en parapente o paracaídas; o algo por lo cual las mujeres son distintas y superiores: parir. El miedo es libre, pero menos; porque los políticos lo utilizan mucho en sus artimañas diarias para acogotar al personal. A la vida no le enseña nadie. Hay que tenerle un respeto sacramental. Solo tengo miedo a que la derechona nos dispare desde el campanario.