Son tiempos difíciles los que estamos viviendo. No sé cómo serían los finales de las dos guerras mundiales, sin lugar a dudas desastres colectivos para la sociedad europea. La Guerra Civil también trajo desolación, división y pobreza, pero se salió del entuerto. Me preocupa la falta de cierta unidad política, el ambiente de carroñerismo que veo en algunos partidos. Sin lugar a dudas, se podrá decir que habrá un antes y un después del coronavirus. Desgraciadamente, los fallecimientos irán aumentando, habrá rebrotes de incivismo, pero es importante creer que de esta también saldremos adelante. La vacuna está llegando y se irá recortando el contagio, pero también necesitamos la vacuna social de la solidaridad, de la justicia social y del entendimiento. Aquí no sobra nadie, todos nos necesitamos para ayudarnos mutuamente y salir como sociedad para ir superando de forma conjunta la desgracia que estamos viviendo. Nuestros sociólogos, politólogos, pensadores y economistas plantean más interrogantes que certezas, pero es clave seguir con la puerta de la esperanza abierta y soñar despiertos un futuro mejor. Necesitamos crecer en coraje, tener ganas de vivir y poner siempre la vida en el centro. No encerrarnos, saber que vamos superando la pandemia, que el desarrollo económico es clave para superar la desigualdad, que el plan de recuperación de Europa será oxigenante para salir de este atolladero vírico.