Las páginas de la violencia y del odio en el Capitolio estadounidense han sido de pena. No sé si los asaltantes del Capitolio estarán avergonzados o más convencidos de que han hecho lo que era “democrático” por el bien del espíritu americano. “Todos los males de la democracia pueden curarse con más democracia” (Alfred Emanuel Smith). Esta frase del político estadounidense, nacido en 1873, no es un simple juego ingenioso de palabras. Es verdad que son muchos los que creen que solo con mano dura y con decididas actuaciones dictatoriales pueden curarse los males de la democracia. Yo, en cambio, pienso como Smith: solo con más democracia pueden curarse los males de la democracia. Nuestra democracia enfermiza y débil se curará con más participación ciudadana, con mejor educación humana y cívica, y con un mayor sentido de la responsabilidad en la vida pública. La democracia no significa simplemente votar cada cuatro años. La democracia es participación activa y corresponsable en la vida pública. La dictadura vence. Solamente la democracia convence. La diferencia de estos dos verbos, que casi suenan igual, es enorme. Vencer supone sometimiento y se necesita la fuerza para ello. Convencer, en cambio, es una acción moral que se presenta sin violencia, pacíficamente. Además, el suelo de la democracia no puede ser fecundado sin la alternancia.