Un equipo puede superar a otro en calidad, juego y marcador pero nunca jamás por falta de actitud. Basándose en una presión agobiante sobre todo el campo, sin complejos con desparpajo y derroche físico el Mirandés dio a la Real una lección de cómo debe jugarse una semifinal copera. Enfrente una Real desconcentrada timorata y de irritante lentitud era incapaz de dar tres pasos seguidos acusando la resaca de unos triunfos magnificados hasta la náusea. Por si no bastara desde el banquillo el técnico de Usurbil le dio un baño de táctica y estrategia a su colega de Orio que una vez más erró en los cambios. Un Oyarzabal irreconocible sin fuelle y con una tarjeta debió irse en lugar de Portu, tampoco acertó sacando a William José (con la mente en otro sitio) ni con Guevara bisoño y blandito. A la salida la desilusión se reflejaba en toda la afición blanquiazul. Para el partido de vuelta esperamos ver a una Real en las antípodas del partido de ida. El propio Mirandés nos ha marcado el camino. Primero: No creernos mejores (aunque lo seamos) y no solo eso, necesitamos más, mucho más. Los jugadores realistas deben mostrar mordiente, contundencia, presión, velocidad, concentración y sobre todo actitud. Actitud desde el minuto uno hasta el noventa y cuatro. Virtudes todas ellas imprescindibles para pasar a la final. ¡A por ellos!