La Ley de Amnistía inicia su tramitación parlamentaria y verá la luz en el BOE en cuestión de meses, pero en todo caso después de las elecciones catalanas. Su preámbulo o exposición de motivos formula consideraciones de calado social y político, pero la gran cuestión clave y todavía irresuelta es determinar la forma de reencauzar democráticamente el conflicto político preexistente. Una sociedad políticamente madura no es una sociedad sin problemas o conflictos. Lo que exige una democracia pluralista es que esos conflictos tengan cauces de expresión y resolución.

En medio de tanta invocación a la legalidad por parte de unos, a la épica por otros y a la visión apocalíptica de que España se rompe por otros, nadie parece estar dispuesto a sacrificar los tiempos de sus objetivos políticos en beneficio de la convivencia y del trabajo compartido en pos de un acuerdo. Si algo caracteriza a los complejos problemas de nuestro tiempo es que no hay soluciones perfectas. Por ello debe implantarse una hasta ahora ausente política anclada en el diálogo, algo complejo y difícil en el marco de un contexto preelectoral en Catalunya.

Ni una ni otra tendencia son prueba de buena salud democrática. Tal y como acertadamente ha señalado Sergio del Molino, el futuro no son los estados nación, comunidades aisladas y homogéneas culturalmente. En una sociedad abierta y compleja, las identidades son múltiples, en general nos identificamos con múltiples referencias transversales.

¿Cómo lograr que la concordia se imponga frente a la confrontación y la polarización? No es fácil, porque toda una suma de factores emocionales, jurídicos y políticos se entremezclan en el catártico desarrollo de la realidad catalana. El pacto es la única estrategia que podrá ayudar a encauzar el conflicto político catalán, pero además debe tenerse en cuenta que es una necesidad intrínseca o inherente a esa sociedad, caracterizada por su diversidad o heterogeneidad. Precisamente por eso el pacto ha de materializarse en una doble dirección: ha de trabajarse en favor de un pacto interno (entre catalanes) y otro externo.

¿Cuál podría ser la base que permitiera resetear, reiniciar, volver a empezar para trabajar en la recuperación de la paz social, la concordia y el sentido común? una consulta popular legal y pactada. Frente a demonizaciones y estigmatizaciones apriorísticas, y como muy oportunamente señaló el juez Miguel Pasquau Liaño, un referéndum con garantías querido por una gran mayoría de un territorio como Catalunya (habría que definir de forma pactada cómo precisar esa mayoría) no es en absoluto una fórmula ni aberrante ni insólita para solventar de la forma más democrática posible un debate social y político que permanece enquistado.

Es cierto que la Constitución no permite un referéndum vinculante de secesión. Por ello, la propuesta debe fundamentarse en una consulta no vinculante y con todas las garantías. Tan inviable y poco recomendable es optar por la vía unilateral (nunca habrá independencia sin pacto) como pretender aspirar a una independencia por la fuerza esgrimiendo el argumento de que no puede conseguirse mediante un referéndum legal. De igual modo, resulta frustrante en democracia reprimir una aspiración política con el solo argumento de que pese a ser legítima no es legal.

Con ese doble compromiso, el respeto a la voluntad de la ciudadanía podría convertirse en una fórmula útil para orientar las decisiones políticas que necesita Catalunya. Pero ahora todo esto parece ciencia ficción: unos demonizan todo intento de consulta, otros proponen seguir avanzando desde la unilateralidad como único argumento supuestamente convincente para que la otra parte se siente a negociar.

La amnistía debería ayudar a que ni unos ni otros se tribalicen ni radicalicen sus respectivas opciones políticas, y aspira a abrir un contexto en el que no se malgasten oportunidades de diálogo constructivo. Si este se lograse, la amnistía habrá sido un instrumento constructivo para la convivencia. Apelemos a la generosidad y a la responsabilidad de quienes tras las elecciones asuman el protagonismo del nuevo tiempo político en Catalunya, hay mucho en juego.