Hace dos días, un analista de New York escribió en la prensa local que una victoria de Zohran Mamdani en las primarias demócratas a la alcaldía de la ciudad sería una de las grandes sorpresas de los últimos tiempos. Otros observadores más sagaces –y más jóvenes– avisaron sin embargo de que tal circunstancia podría suceder. Estaban siguiendo a pie de calle la inteligente campaña de este musulmán y miembro del movimiento democrático socialista de 33 años y se percataron del enorme entusiasmo que se estaba generando a su alrededor. Lo cierto es que su triunfo ha sido contundente, motivo por el cual los medios de comunicación de allá hablan de shock.
Su principal contrincante era Andrew Cuomo, quien hace cuatro años debió renunciar al cargo de gobernador del estado de New York debido a múltiples acusaciones de acoso sexual. A pesar de ello ha contado con el apoyo del aparato del partido, de las obsoletas estructuras sindicales y de otros poderes fácticos. Incluso con la vergonzosa adhesión de algunas mujeres demócratas que en agosto de 2021 le obligaron a dimitir. Pero una parte importantísima de la ciudadanía ha puesto pie en pared y ha clamado con su voto que ya basta. Ni las falsas acusaciones de antisemitismo han hecho mella en el electorado. Por ejemplo, Mamdani ha tenido como gran aliado al judío Brad Lander, el tercer candidato que más votos ha obtenido. El apoyo de muchísimos católicos hispanos también se ha hecho notar.
A la espera de las elecciones de noviembre, el resultado de las primarias del martes significa un serio aviso a la desprestigiada burocracia demócrata de toda la nación, acusada de inerte y gerontócrata. Pero a su vez, una lectura correcta de lo sucedido en NYC puede servirle de acicate para cambiar de chip. Obviamente, no es lo mismo ser demócrata en Brooklyn que en Pensilvania, por lo que deben atinar mucho en los perfiles de las candidaturas, pero se demuestra una vez más que si se conecta con la gente, esta termina por movilizarse en masa.