Paul Tiddens fue uno de aquellos jóvenes que en 1974 llegaron a Oñati desde Boise a cursar un año académico. El álbum de fotos que ha conservado como oro en paño durante estas décadas contiene también entrañables apuntes a modo de diario, amén de otra serie de materiales, tales como entradas de acontecimientos culturales y deportivos de la época. Todo ello nos ha servido de gran utilidad para escribir la crónica de aquella apasionante historia.

Escribió Tiddens, que el 22 de noviembre de aquel año bajó al downtown del pueblo (así lo llamaban) acompañado de Rob y Anne Johnson a escuchar un concierto de Benito Lertxundi, tras pagar 100 pesetas. Quedaron maravillados, tanto por la actuación como por el ambiente semiclandestino que vivieron. Algo muy parecido, por cierto, a lo que dos años antes vivió otro grupo de vasco-americanos que estudió en Uztaritze y Arantzazu, y pudo también disfrutar del cantautor de Orio. Varias docenas de aquellos jóvenes volvieron a Oñati en septiembre a los actos del 50º aniversario de la experiencia; no fueron pocos los que preguntaron sobre Benito Lertxundi. La verdad es que no supimos muy bien qué contestarles. Faltaban dos meses y pico para el anuncio de ayer.

Es de suponer que las redacciones de cultura de los medios de comunicación estarán estos días muy atareadas repasando la inmensa obra de este prolífico artista, tanto en su faceta en solitario como miembro de Ez Dok Amairu. Lo que tal vez tampoco lleguemos a saber ahora, amén de lo que nos han ido sugiriendo personas como Idoia Estornés y Joxe Mari Iriondo, es el verdadero motivo de la ruptura de aquel mítico grupo que, al parecer, se encontraba contagiado por las refriegas banderizas de las diversas familias de ELA: eladios, bonzos, barojas y demás. Recordó Xabier Lete en 2003 que sobre aquello nunca dijeron nada y nunca lo iban a decir. Aprovechando que el Oria pasa –y desemboca– por Orio, quizá alguien se anime a volver intentarlo. Estaríamos encantados de leerlo.