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El porquero

Es el Aita Gurea del Padre Madina una pieza grandiosa en su sencillez, solemne desde el susurro inicial, conmovedora con prolongada estela. En la estupenda biografía que escribió José Antonio Azpiazu cuenta, sin embargo, que el oñatiarra se vio en la necesidad de utilizar una estratagema para que el coro Lagun Onak de Buenos Aires se interesara por ella, la ensayara y la estrenara. Era 1947 y las obras de Patxi Madina se veían con recelo, ya que estaban consideradas por los destinatarios como demasiado innovadoras. Así las cosas, hizo llegar la partitura a nombre del consagrado Pablo Sorozabal. Vía libre y a cantar.

Se trata de una anécdota que evoca uno mucho estos días de crisis e incertidumbre, en los que no hay manera de que ciertos sectores lleguen siquiera a considerar como aceptable cualquier comunicación, decisión o acto de nuestros dirigentes, solo por ser de quienes son. Las llamadas a la tregua y al aplazamiento de las críticas parecen de difícil cumplimiento para gentes cuya obsesión por ciertos apellidos deviene preocupante.

Ciertamente, tampoco estamos descubriendo nada nuevo, acostumbrados a ver que se valora cualquier circunstancia en función del nombre del protagonista. Pero habiendo sido testigo durante estos días de cómo independentistas catalanes han aplaudido a Xavier García Albiol e independentistas vascos a Rosa Díez, cabía la esperanza de un indulto parcial a nuestro lehendakari, por poner el principal ejemplo. Pero no hay manera. Aunque se trate de cuestiones obvias y difícilmente objetables.

Es muy conocida la sentencia de Juan de Mairena (Antonio Machado) de que la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero. Sucede que se cita casi siempre de manera incompleta, de tal manera que su interpretación da para mucho más de lo que pensamos: Agamenón respondió a la sentencia que "conforme", mientras su porquero dijo que "no me convence". Se queda uno con la suspicacia del porquero frente a la rotundidad de Agamenón, pero convendremos que entre la duda, incluso la desconfianza y la obstinada censura hay un trecho de difícil comprensión. l