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Presupuestos

El preacuerdo presupuestario alcanzado entre el Gobierno de Nafarroa Garaia y EH Bildu es una buena noticia, como la fue en diciembre el pacto firmado entre Elkarrekin-Podemos y el Gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca, eso que cada vez más gente llama Euskadi. Ansía uno conocer el contenido exacto del primero para comprobar si la embestida emprendida por EH Bildu contra el proyecto del consejero Azpiazu y, sobre todo, contra los de Lander Martínez tenía razón de ser o respondía más que nada a otra lógica al margen de lo meramente presupuestario.

No es cuestión de comenzar a enumerarlas aquí, porque están en la mente de todos, pero anhelamos saber si exigencias que en Gasteiz eran líneas rojas infranqueables van a poder ser exhibidas en Iruñea como logros concretos. También cuánto dará de sí el incremento del techo de gasto pactado con Chivite. De momento, ELA ya se ha apresurado a opinar que el preacuerdo navarro supone la aceptación de la política de austeridad y la renuncia a una reforma fiscal de calado. También arde uno en deseos de saber si aquellos que en CAV afearon -¡y de qué manera!- a Elkarrekin Podemos que en su particular contabilidad de logros incluyera compromisos para posteriores ejercicios presupuestarios, harán lo mismo ahora con su propio preacuerdo.

Esperaremos, pero en la medida en que se van conociendo reacciones y declaraciones, imaginamos que la explicación a estas supuestas incoherencias -subráyese lo de supuestas- será que las situaciones políticas de una y otra comunidad son diametralmente opuestas y ello obliga a todos actuar de manera diferente. Cierto, muy cierto, de ahí nuestro aplauso. Pero admitamos todos que con tal afirmación estamos reconociendo algo que, si bien sabido, no deja de ser necesario recalcar: en el fondo, en los debates presupuestarios, el presupuesto en sí tiene la importancia que tiene.