Récord Mundial
No está claro que Israel vaya a responder ante la justicia internacional por sus crímenes, por el asesinato de Anas Al-Sharif y todo lo que llevan haciendo décadas, pero, especialmente, desde hace casi dos años. Gervasio Sánchez, periodista especializado en conflictos armados al que siempre hay que leer, tira de ironía fina en su tweet: “Felicidades, Israel. Felicidades al criminal Netanyahu y a sus generales cobardes: Medalla de Oro por convertirse en el Estado que más periodistas ha matado en apenas 22 meses y más ha pisoteado la libertad de prensa con sus prohibiciones y censuras. Record Mundial”.
Permiso desde arriba
Lo que hacían Anas Al Sharif y los otros 241 periodistas asesinados en Gaza desde el inicio de la guerra es la esencia del periodismo. Publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás, como decía George Orwell, son relaciones públicas. Interesantísima la reflexión de la periodista Olga Rodríguez en Ctxt: “Hay un proceso de falta de responsabilidad social que también afecta al periodismo”. Hay una frase demoledora: “Hay muchas voces en el periodismo que solo denuncian si sienten permiso desde arriba”. Tenemos que mirarnos el ombligo y preguntarnos cómo hemos llegado aquí, porque parte de razón tiene.
Bulos
No, los bulos ya no hacen gracia, escribe Xabier Fortes en InfoLibre. No la hacen porque se han convertido “en un arma tóxica de esta guerra híbrida contra el sistema democrático, en terreno bien abonado por los pseudomedios”, alerta. ¿La intencionalidad? Clara y política: “Degradar el sistema democrático a su antojo, comenzar una razia contra rivales políticos o un pogromo contra el inmigrante”. Se empieza por un tweet, se termina por la censura que tenemos todavía demasiado reciente de todo lo que no sea el poder establecido. Argumentan que el sistema está podrido y hay que echarlo abajo. No olvidemos que, en este caos, ellos ganan.
Ellos
“Ellos” son los que dicen que todos los inmigrantes son criminales. Los que afirman sin pudor que Anas Al-Sharif era “un terrorista de Hamás con chaleco de PRESS” (Libertad Digital). Citan su canal de Telegram, donde aparecería pisando a un soldado israelí muerto. Bien, comprobémoslo. En el canal, ni rastro de la publicación. Lo pongo en cuarentena, “puede haber sido eliminado”. Consulto en un conocido portal de lucha contra bulos. Ni rastro. Y pienso cómo es posible que mientan tan burdamente. Luego pienso en cuánta gente, como yo, tratará de comprobarlo con sus propios ojos…y cuánta se lo tragará sin hacer preguntas.
No cuesta nada
Lo del párrafo anterior me ha llevado, aproximadamente, cinco minutos. Los que he tardado en volver a meterme los ojos en las órbitas tras leer a Pedro Gil, buscar el número de WhatsApp de Maldita y mandarles el contenido para ver si era un bulo. ¿Es latoso escanear las noticias con las gafas de la suspicacia? Sí, pero no sé cómo explicarle, hay cosas que uno lee y que le chirrían. Las burradas tienen que chirriar por la fuerza. Al menos, sembrar la semilla de la duda. Y no cuesta nada tratar de comprobar si es cierto. No cuesta nada, es rápido y gratis y puede ahorrarnos mucho. Ellos ganan si no lo hacemos.