El Premio Nobel de Economía 2024 ha recaído en Daron Acemoglu, James A. Robinson y Simon Johnson por sus estudios para comprender el éxito o fracaso económico de los países. Aunque los tres imparten docencia en Estados Unidos, ninguno de ellos ha nacido allí. Los norteamericanos son especialistas en captar el capital humano de mayor calidad.

Pocos libros de economía se convierten en clásicos. Acemoglu y Robinson lo han logrado con su célebre ¿Por qué fracasan los países?, publicado en el año 2012. Es claro que si respondemos correctamente a la pregunta podremos deducir cuáles son las razones por las cuáles los países tienen éxito: bastará hacer lo contrario.

Sacar conclusiones en este ámbito es complicado, ya que por razones estructurales y éticas es muy difícil crear un experimento aleatorio controlado. Sería como elegir dos regiones de características semejantes (por ejemplo, Asturias y Cantabria) y aplicar unas políticas en unas y otras políticas en otras. No hay otro remedio que acudir a ejemplos históricos. El más conocido: Corea del Norte y Corea del Sur. Después de la guerra que partió el país en dos a recursos semejantes, se observa que el sur es mucho más rico que el norte. Ucrania y Polonia también son útiles para nuestro análisis: cuando cayó el Muro de Berlín, los ucranianos continuaron bajo la esfera soviética, mientras que los polacos entraron en una economía de libre mercado. Hoy son cuatro veces más ricos que sus vecinos. Si añadimos a la ecuación países como Estonia, Argentina o Venezuela, los resultados no pueden ser más claros. El capitalismo de amiguetes y el socialismo autocrático no funcionan. Acemoglu y Robinson dan mucha importancia al tema de las instituciones. Es una pregunta recurrente, en la que se plantea la causalidad inversa: ¿son los países pobres porque las instituciones no funcionan o es la pobreza la causa de que las instituciones no funcionen? Esta idea se puede aplicar en otros ámbitos, como la prevención de enfermedades: ¿la baja autoestima produce los trastornos de conducta alimentaria o es al revés? Conocer la respuesta a este tipo de preguntas sirve para generar un círculo virtuoso (alta autoestima, soy más eficiente con mis actividades diarias de manera que eso aporta más autoestima y así sucesivamente) o un círculo vicioso (conocemos demasiados).

Otro concepto que aportan es el de “élites extractivas”, definidas como aquellas que realizan esfuerzos por su propio bienestar y el grupo al que pertenecen sin importarles el bien común. ¿Se han convertido algunos partidos políticos en eso? Ha pasado mucho tiempo desde que la “nueva política” puso de moda la palabra “casta”… hasta que se convirtieron en eso.

El gran científico W.O. Wilson decía que “el verdadero problema de la humanidad es que tenemos emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología divina”. Actualmente, las grandes empresas de referencia (GAFAM: Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) dominan el mercado de la “economía de la atención” aprovechándose del conocimiento de nuestras emociones y de su tecnología. Las instituciones se mantienen anticuadas. Se contrata más personal y se gasta más dinero público sin mejorar la eficiencia. Es como el gas de la risa: crecemos a costa de nuestro futuro. Mientras Estados Unidos inventa y China copia, Europa regula. O somos jugadores o somos parte del terreno de juego.

Vamos a analizar cuatro puntos básicos que explican el fracaso de los países. Pensemos en la vivienda. Cuando los gobiernos se plantean topar los precios lo hacen porque saben que les da votos. No existen casos históricos en los que esa medida haya tenido éxito: unos pisos se cierran, en otros casos se paga la diferencia con dinero en b. Uno. De lo que se trata es de buscar soluciones efectivas, no populistas.

La gran cantidad de dinero que controlan los gobiernos les da un poder que influye sobremanera en la economía real. El tercer presidente norteamericano, Thomas Jefferson, afirmaba que “yo prefiero tener prensa sin gobierno que gobierno sin prensa”. Cuando gobernaba Mariano Rajoy, el periódico El Mundo dejó de recibir una gran cantidad de dinero en publicidad institucional debido a las críticas que hacía a las políticas del país. Es un tema muy grave: si te portas bien, te doy subvención. Dos. Debería ser al revés: si lo haces bien, te bajo los impuestos.

Tres, el tema del emprendimiento. Los papeleos son inmensos. No sólo eso: un mínimo detalle (por ejemplo, que no se vea bien la máquina de tabaco desde la barra) ya supone una multa. Y otra. Y otra. Todas estas trabas aumentan los incentivos para sacar oposiciones desplazando así un capital humano muy válido al funcionariado. Tres. Incentivos reales (no palabras huecas) para la creación de riqueza.

Cuatro, aplicar políticas que sirvan para prevenir. No se trata sólo de catástrofes como las de Valencia, se trata de preparar el futuro: ser competitivos económicamente manteniendo un equilibrio social y medioambiental.

Ya lo decía Shakespeare: “estar preparado es todo”. ¿Lo estamos? ¿O vamos en sentido contrario?