La nueva candidata presidencial del Partido Demócrata norteamericano, Kamala Harris, ha hecho enormes progresos en las dos semanas desde que Joe Biden renunció a un segundo mandato presidencial, pero los votantes norteamericanos han tenido pocas ocasiones de tomarle las medidas políticas.

Harris ha aparecido en varios actos electorales y, sobre todo, ha sido confirmada como candidata gracias a los votos de quienes serán delegados a la Convención Electoral de Chicago este mes de agosto, pero hasta ahora no ha presentado sus propuestas políticas ni sus ideas de gobierno.

Todavía tiene tiempo de hacerlo en los tres meses hasta las elecciones de noviembre, pero la impresión recibida hasta ahora es que sigue el modelo de la candidatura presidencial de Biden: el actual presidente apenas participó en actos electorales durante la campaña de 2020 y se mantuvo semioculto en su residencia particular del estado de Delaware, al amparo de las restricciones del covid.

Harris ha participado en algunos actos, pero no ha hecho prácticamente declaraciones a la prensa y no ha divulgado sus posiciones políticas, a pesar de que algunas veces parece ir cambiando para adaptarse a las necesidades electorales del momento. Tanto se adapta, que hasta trata de controlar las carcajadas infantiles que han caracterizado hasta ahora sus comparecencias públicas.

Porque Harris, exsenadora por California donde también fue responsable de Justicia, tiene que adaptarse a su nueva candidatura: ganar unas elecciones nacionales es muy distinto de hacerlo en California, uno de los lugares más progresistas del país.

Y si está dispuesta a moderar sus posiciones para atender al centro político en aras de su victoria electoral, le hará falta un intervalo de adaptación para no dar la impresión de falta de consistencia y de oportunismo político.

Es un esfuerzo que seguramente será bien compensado: ya ahora va adelantando a Trump en algunas encuestas y es muy probable que pueda recabar votos entre quienes habían apoyado a Trump como un recurso ante la falta de un candidato viable en el Partido Demócrata, como era el presidente Joe Biden hasta que acabó rindiéndose a la evidencia de que no podría ganar contra Trump.

Pero la prudencia de Harris en mantenerse alejada de periodistas y foros en los que habría de explicar sus posiciones, podría indicar algo más que un cálculo electoral. No se puede descartar que, quienes manejan los hilos del poder en el Partido Demócrata y han estado “coordinando” a Biden desde hace cuatro años, se preparen a continuar a la sombra de Harris.

De ser así –y de ganar Harris las elecciones– Estados Unidos seguiría gobernado por una camarilla de fontaneros, sin rostro ni nombre, pero con una influencia mucho más allá de sus fronteras y al abrigo de críticas y condenas, protegidos por el escudo presidencial del ocupante de la Casa Blanca.