juan Luis Baroja Collet escultor y grabador (Le Creusot, Francia, 1957) afincado en Eibar, vuelve a exponer en la galería Arteko de Donostia. Un otal de 17 esculturas, 14 collages, y 12 grabados en los que ofrece un repertorio iconográfico que se mueve entre la realidad y la ficción, entre la tecnología y la fantasía, criaturas sustentadas sobre pies o sobre el vacío, y que poseen aditamentos de formas tecnológicas y antropozoomorfas que las complementan y enriquecen. Eibar y Soraluce son su contexto y su lugar de trabajo.
Aterpe II es un espacio para Gaza (2023-24), gran pieza de acero inoxidable que abre la muestra con un espacio arquitectónico de carácter simbólico e industrial, espacio para la reflexión y el recuerdo. Junto a ella, Tres tes (2022-23), obra más abierta que, a modo de valla protectora, acota el espacio arquitectónico de la sala. Después de Praileaitza (2023), de formas más orgánicas y complejas, presenta una obra más simple y minimalista Suspiro (2004), con muy pocos elementos resulta muy simple, etérea y contundente.
Sobre un muro blanco se presenta, a modo de muestrario zoomorfo, un conjunto de maquetas realizadas en madera y diversos materiales, de formas geométricas y abstractas, que poseen una texturas naturales que le añaden una indudable frescura y gracia a las obras adosadas al mismo. Las esculturas están bien trazadas y ejecutadas y poseen resonancias de la escultura africana.
Y sobre el expositor y peana en planta baja se expone un conjunto de pequeñas esculturas que se mueven entra la tecnología industrial, compuesta por torres, ruedas, agujeros, y formas más antropozoomorfas, de entre las que queremos destacar su excelente Neskatilla (2009), en la que conjuga rigor y simplicidad de corte brancusiano, y que admite además diversos puntos de vista a los que no es muy dado el creador de estas obras, prefiriendo el punto de vista único. Escalonada (2011), Cautivo (2020) y Para el viaje (2000) son algunos de los títulos de estas obras.
Y junto a ellas, una buena colección de collages y grabados realizados con gran calidad técnica y a los que el autor añade colores bistros que le añaden un tono enriquecedor añejo y sofisticado. Se mueven en las mismas coordenadas iconográficas de sus esculturas, yendo a la par escultura y grabado.
Baroja Collet asegura que trabaja sobre maquetas, añadiendo y sumando sobre la marcha diversos elementos recogidos de antemano, a veces con dibujos previos, completando poco a poco la realidad existente, moviéndose entre la figuración y la abstracción, apostando por una escultura objetual y teniendo como referentes axiomáticos a Susana Solano, al primer Plensa, y a ciertas obras de Cristina Iglesias.