Postureo es un neologismo aceptado por la RAE en 2017 aunque el concepto ya existía: esa actitud artificiosa e impostada que amplifica lo bucólico, lo feliz, lo bueno… Pura fachada, decíamos antes. Está bien en cualquier caso una nueva palabra ante el hecho de que estas poses se han convertido en parte de la realidad social. En las redes, en lo público, todo es apariencia, glamour, postureo, vaya. El capitalismo ha reconvertido esto de parecer bonito en algo económico y para esconder sus males lava con inversión publicitaria una imagen que, a la vez, maquilla escondiendo la suciedad debajo de la alfombra. Un lavado de cara, que se había dicho siempre y que ahora quiere vendernos que todo es natural, sano, ecológico y sostenible porque da buena imagen. En inglés se hablaba de “greenwashing” y aunque hace unos años leí por ahí el término “ecoimpostura” parece que finalmente que se usará “ecopostureo”, ojalá pronto en reglamentaciones estrictas que lo impidan y lo castiguen. Más corto y contundente que “blanqueo ecológico”.
Porque este es el tema: en un mundo en el que lo ecológico nos parece algo positivo y responsable el mercadeo nos lo cuela como marchamo guay. Para vender más de lo mismo, es decir, lo que no es eco, sino más bien lo contrario. En los medios de comunicación vemos campañas en las que empresas energéticas, que obtienen sus obscenamente inmensos beneficios de los combustibles fósiles y de especular con la demanda y los futuros, se visten de ángeles de la sostenibilidad y la economía circular. Incluso hay ya pleitos entre estas empresas acusándose unas a otras de ecopostureo. Y muchas otras se visten de verde sin reconocer ni limpiar toda la carga sucia que llevan detrás. Con afirmaciones vagas o directamente mentiras (la UE dice que un 40% de los casos analizados). Ojalá se prohíba.