No tendrían muchos años, cuando regresaban de madrugada de un concierto de Tudela a Pamplona. Tampoco eran unos descerebrados; hacían el viaje en autobús, al abrigo de accidentes y controles después de una noche de música, copas y demás. Podían haberse relajado en la seguridad del vehículo, cerrar los ojos y esperar a que las luces del alba les saludaran ya en Iruña. Mecidos por el motor, podían haberse hecho arrumacos para continuar la fiesta debajo de unas sábanas una vez llegados a casa. Nada de esto ocurrió. La nota de nuestra policía no aclara cuándo, cómo y por qué se torció la noche, pero tampoco importan mucho los pormenores. Sólo sabemos que en un momento dado, a la altura casi de Tafalla, el varón agredió a la mujer, en defensa de la cual salieron varios de los otros pasajeros. Es el detalle más positivo de toda esta historia. La trifulca acaba con el autobús parado y los forales llevándose esposado al sujeto. Cada lunes llega a las páginas de este periódico el balance de intervenciones protagonizadas por los diferentes cuerpos de seguridad durante el fin de semana. Una pequeña y oscura radiografía de nuestra sociedad que incluye peleas a veces multitudinarias, agresiones de diferente índole o robos con violencia, protagonizados en más de un 90% de los casos por personas del género masculino. Se incluyen en ellas un número al parecer creciente de delitos contra la libertad sexual y otros modos de violencia de género. Solamente este último fin de semana, la noticia que informaba sobre la accidentada madrugada del autobús que venía de la capital ribera glosaba además la detención de dos hombres, uno en Cascante y otro en Aberin, por quebrantar sendas medidas cautelares de alojamiento, de otro en Burlada por malos tratos y de uno más en Tudela por un delito contra la indemnidad sexual. Sólo un fin de semana, sólo un cuerpo policial. Algunos, sin embargo, siguen sin ver el problema.
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