a cumbre de la OTAN en Madrid sitúa el protagonismo de la defensa de Europa en la organización, siguiendo una tradición que ha tenido un claro sentido geoestratégico en el pasado pero que ha girado en el presente siglo. La OTAN nace en un escenario de guerra fría y antagonismo político, económico y militar entre dos bloques, reflejo de dos sistemas. Las puntas de lanza de ese antagonismo fueron la Unión Soviética y Estados Unidos pero el tablero de juego de sus áreas de influencia era Europa tanto por acoger la frontera directa de ambos bloques como por el protagonismo económico del viejo continente. Ya en el último tercio del pasado siglo comenzó a girar hacia el extremo oriente la prioridad geoestratégica estadounidense y hoy es muy obvio que la partida que más interés despierta en Washington es la que se juega en el Pacífico, con China como superpotencia que disputa el liderazgo global. Esta reorientación de prioridades habría sido definitiva de no haber mediado la invasión rusa de Ucrania. La OTAN adquiere una relevancia excepcional por ser la estructura militar más estable en Europa, a la espera del desarrollo decidido de una estrategia autónoma y compartida de defensa y política exterior europeas. Los primeros pasos en esa dirección fueron tímidos pero la oportunidad sigue estando ahí porque el pacto atlántico sigue dejando el grueso de la defensa europea sometida a las prioridades del otro lado del océano. En todo caso, es difícil hablar ahora mismo de sustitución de un modelo de defensa y asistencia mutua por otro. El peso del arma nuclear estadounidense y británica en una estrategia de disuasión que aún tiene muchos seguidores hace muy difícil pensar en ello. Pero la coordinación sí es posible. La cita de Madrid no está orientada en esa dirección pero los países europeos, asociados de manera estable en otras facetas como la moneda, el mercado y la justicia, deben mantener esa agenda abierta porque es un componente inexcusable de la propia política exterior común. Son lógicas las reservas ideológicas pero no se ajustan a la realidad los discursos que identifican la Defensa con el militarismo. Al menos siete estados europeos con gobiernos identificados como progresistas participan o quieren participar en la OTAN. Una Europa inerme no es una Europa más justa ni más humanista ni más capaz de defender derechos y democracia. l