arece que el cortoplacismo, que tiene mucho que ver con la corriente individualista que desde hace algún tiempo se ha instalado en nuestra sociedad, y la ausencia continuada de certezas en un escenario tan cambiante e imprevisible como el actual, como consecuencia de factores con origen incontrolado por el hombre como fue el covid-19 o provocado por intereses totalmente ajenos y lejanos, pero que tienen una gran incidencia en nuestras vidas diarias, como puede ser la invasión rusa de Ucrania, están provocando situaciones paradójicas que hubieran sido impensables en otro momento.

Y en este aspecto es de destacar la situación de una importante cooperativa, no vinculada a Corporación Mondragon y líder en su sector, que lleva un mes sin haber decidido el relevo de su director general, en un momento estratégico clave en el desarrollo de su negocio que se refleja no solo en una buena cartera de pedidos, sino en el liderazgo, junto con otros socios, para la puesta en marcha de un proyecto de futuro que requiere de una importante inversión vinculada a los fondos europeos Next Generation.

Parece que la correlación de fuerzas en el seno de los órganos de gobierno de la empresa, unida al malestar de los socios cooperativistas ante ciertas decisiones adoptadas como consecuencia de los efectos negativos del descenso de la actividad que supuso la pandemia, más las huelgas en dos filiales han creado el escenario propicio para provocar la salida del hasta ahora director general.

La reciente elección del presidente del consejo rector, -el consejo de administración en una sociedad de capital-, que ha recaído en un mando intermedio de la cooperativa, puede acelerar el final de este periodo transitorio en la dirección que vive la compañía desde hace aproximadamente un mes con el nombramiento de un nuevo director general.

En paralelo, la dirección de una de las filiales del grupo empresarial de esta cooperativa, que es uno de sus activos más importantes y donde se polariza todo el desarrollo actual y futuro de la compañía, se halla en funciones desde hace tres meses por la salida del anterior director general, a causa, al parecer, de las divergencias existentes con la matriz a la hora de gestionar la planta de fabricación. Un fichaje procedente de una multinacional que se incorporó para liderar un proyecto ambicioso, en el que tendría cierto nivel de autonomía, y que con el paso del tiempo ha podido comprobar que la realidad era bien distinta.

Es el ejemplo más claro de los diferentes modelos que representan las empresas de economía social con las de capital, que cuando aquellas ponen en marcha este tipo de sociedades afloran un sinnúmero de contradicciones que ponen en cuestión el desarrollo del proyecto empresarial por los agravios que se producen entre los socios cooperativistas y los empleados de la filial. Lo que quiere decir que sus promotores no confiaban mucho en el modelo cooperativo. Una situación que se ha podido comprobar en la reciente huelga, que ha concluido tras conseguir un acuerdo con los trabajadores.

Las opciones para el relevo del actual director general del grupo cooperativo que se plantean están tanto en el seno de la propia compañía, como en el fichaje de un ejecutivo de fuera y ajeno a la empresa. Sin embargo, está última opción parece que presenta algunas dificultades, no solo por los niveles salariales en los que se mueven, que son bastante superiores a los que tienen los ejecutivos de las cooperativas, sino por la gestión de una empresa en la que sus trabajadores son sus propietarios y, por lo tanto, añade una serie de inconvenientes ante la incierta situación económica en la que vivimos.

Hay que tener en cuenta que los ingresos salariales de los socios de una cooperativa, independientemente de la posición que tengan en el organigrama de la empresa, se mueven dentro de una horquilla aproximada de 1 a 6, conforme a los principios de solidaridad interna existentes en las empresas de economía social.

En una situación de alza de costes y reducción de los márgenes para poder continuar en la actividad y defender posiciones de mercado frente a la competencia, plantear propuestas de ajustes de los ingresos salariales, -anticipos en el lenguaje cooperativo-, o reducciones en la retribución del capital que cada socio aporta a su cooperativa en forma de intereses, -que en este momento pueden situarse muy por encima de lo que ofrece el mercado financiero, sobre todo, en aquellas que tienen una saneada situación económica y buenas perspectivas de negocio-, puede dar lugar a situaciones de rechazo y reprobación por parte de los trabajadores.

Se han dado algunos casos en el pasado, sobre todo en cooperativas que presentan una buena cuenta de resultados, que las asambleas de los socios cooperativas rechazaron o pusieron objeciones a los planes estratégicos de crecimiento de la empresa propuestos por el equipo directivo para lo que era necesario un aumento de los fondos financieros propios, por todo lo que suponía de merma en los ingresos de los trabajadores, a pesar de que una decisión de ese tenor podía suponer hipotecar de algún modo el futuro a corto plazo de la compañía.

La consecuencia de este tipo de decisiones que miran más el bolsillo del socio cooperativista que garantizar el futuro de la propia cooperativa como un factor de transformación social y distribución de riqueza y alternativa al modelo de empresa de capital para las futuras generaciones, ha provocado en el pasado que algunos directivos hayan abandonado estas compañías al no tener capacidad de decisión para poder desarrollar unos planes que estimaban necesarios para su desarrollo futuro. En estos momentos, esa salida de directivos de cooperativas que han acudido al mercado para encontrar otras oportunidades profesionales parece que ha concluido.

Esa percepción de vivir el presente que es lo que conocemos, probablemente como respuesta a un entorno cada vez más imprevisible, sin tener una visión a medio y largo plazo y conciencia de la trascendencia del legado del proyecto empresarial en la que se ha participado en favor de las futuras generaciones, es patente no solo entre los algunos socios- cooperativistas trabajadores, sino también entre algunos ejecutivos que han dirigido cooperativas desde planteamientos personalistas.

No parece el mejor ejemplo de la filosofía cooperativista el que dan algunos directivos que deberían estar ya fuera de la empresa, al haber alcanzado la edad de jubilación, y, sin embargo, siguen manteniendo una relación con la compañía ahora, dentro de la figura de asesor, lo que está provocando la toma de decisiones un tanto cuestionadas.

Como dice un exdirectivo cooperativista, no sin cierta amargura, algunos están a "ordeñar la leche de la vaca hasta la última gota", sin otra preocupación más que la de sus propios intereses personales. Falta un regreso a los principios que inspiraron el movimiento cooperativista en términos de solidaridad, compromiso social y empoderamiento frente al modelo neoliberal. Cuestión de tiempo.