oy a decir una obviedad: la soledad se combate con compañía. La estrategia Hariak, diseñada por la Diputación de Gipuzkoa y Adinberri, es una potente iniciativa que espero que resulte, además, una herramienta útil para combatir la que ya dicen que es la pandemia de este siglo, y odio recurrir a un símil tan desgastado, pero ya se empleaba antes de que el coronavirus nos aislara un poquito más a todos, y aquí andamos recuperando los besos y abrazos que no dimos y recalculando, como el GPS, a quién tenemos que estrechar la mano o resolverlo con un choque de nudillos, gesto que no deberíamos perder. Se dice que una de cada tres personas de más de 55 años se siente sola y apenas un 6% lo reconoce porque se intuye como un signo de debilidad y fracaso personal. Las instituciones pueden y deben hacer mucho, pero de poco servirá si seguimos pensando que es un problema ajeno. Si no ayudamos a subir la compra o a bajar la basura a esa señora mayor que vive sola, si cortamos con un tengo prisa al divorciado de enfrente que nos cuenta cómo le ha ido el día, si no nos preocupa saber que la vecina de arriba, que ni siquiera llega a los 40, pasó sola la Navidad. A veces, sin darnos cuenta, somos los mejores cómplices de la soledad: sus tontos útiles. Aunque no nos toque, también deberíamos estar alerta para combatirla porque está más cerca de lo que pensamos. l