n remero de Getaria, buena gente y colega en la profesión, colgó hace un par de días en su cuenta de Twitter una foto en la que se veían unas espectaculares y relucientes antxoas. En plan xirika le contesté “congeladas y del año pasado”. Respuesta inmediata, “no ves cómo brillan”. En efecto, brillaban y lucían solemnes. Eran las primeras del año y tenían una pintaza formidable. A la mañana siguiente, como muchos días, desayuné con gente de la mar, personas que se dedican a la pesca o a trabajos colindantes. Hablamos del momento en que muchos pesqueros están a punto de iniciar la temporada. Los que no han salido a por verdeles, lo harán el próximo lunes. Ya pueden echar las redes para tratar de lograr el mayor número posible de capturas y que al llegar a puerto se las paguen como merecen. Los barcos disponen de un cupo que no pueden superar. Es decir que, funcionan los protocolos y que son de obligado cumplimiento. No existen los atajos.

Mikel Merino topó el pasado encuentro de San Mamés con un rival en la disputa de un balón. Chocaron las cabezas y el jugador navarro terminó en observación en la cama de un hospital. Aparentemente, sin secuelas. Recibió el alta y por las imágenes del entrenamiento del miércoles daba la sensación de encontrarse en buenas condiciones. Imanol le hubiera elegido como titular, pero no fue posible porque en este tipo de situaciones existe un protocolo de obligado cumplimiento y que se debe seguir a rajatabla porque el jugador no puede correr ningún riesgo, ni tampoco el entorno del club porque debe ser responsable. El chaval se llevó un disgusto por no poder ayudar y compartió reflexiones en sus perfiles: “Nada quisiera más que estar con mis compañeros en un partido que es tan importante. Sin embargo me toca cumplir los protocolos de seguridad y anteponer la salud. A pesar de este contratiempo tengo más ganas que nunca de ir al estadio a animar al equipo. Todos juntos. Aúpa Real”. Seguro que sufrió mucho. Como el resto de sus compañeros.

Los dirigentes del club cuya camiseta defiende devolvieron las entradas de protocolo que el Athletic les envió para cumplir con los compromisos habituales de las entidades. No son tiques a la venta. Su destino va a parar a jugadores que reparten entre sus parejas y familiares, patrocinadores y otras gentes que deben estar en los palcos según sus criterios. Normalmente no se comunican los nombres de esas personas. En los tiempos en los que Jesús Gil presidía el Atlético de Madrid se nos entregaba una carpeta con los detalles del partido. En un folio se anunciaba la identidad de los invitados. Allí se mezclaban toreros, generales, coristas, vicetiples, actores y actrices, políticos, empresarios, condes sin condado y lo que fuera menester. Creo que entre los mil papeles que guardo debe encontrarse alguna de aquellas listas. Era muy entretenido el protocolo al respecto.

Los partidos europeos como el de ayer disponen también de una estructura bastante complicada. Se establece un orden de funcionamiento, accesos, áreas de comunicación, zona press. Todo bastante más complicado y rimbombante que en los habituales partidos de campeonato. Llegaba a tal nivel que muchos de los comunicadores nos desplazábamos con corbata al cuello porque, sin ser una imposición, se recomendaba. Y de alguna manera formábamos parte de la expedición del club. Luego, los ceremoniales se aparcan cuando los futbolistas se lo jugaban todo a una carta. Era lo que sucedía ante el Leipzig. Con las tablas de la ida, todo estaba en el aire. En ese momento sobran los protocolos. Once contra once, sin otra norma que no sea la conjunción del corazón y la cabeza, tanto sobre el césped como en el entorno apasionado. Es cierto que ahora convivimos con el VAR cuyos procesos vuelven loca a la mayoría. En el partido de ida, nos sumergimos en las dudas habituales con el arbitraje del turco Çakir, un colegiado fiable y de largo recorrido. Lo mismo que sucedía con el inglés Taylor. Disponen de unas tablas inconmensurables. Entre los dos se fueron tres veces al punto de penalti en el área realista, pero no creo que se les pueda echar la culpa de la eliminación.

Entre otras cosas porque los alemanes disponen de un plantillón, un equipazo en toda regla, superiores a la grey txuri-urdin. Bastante hizo con aguantar el temporal. El míster entendió que debía salir arropadito con cinco jugadores atrás. Las decisiones sobre las formas de plantear un partido no corresponden a protocolos, sino a intuiciones o planes perfectamente estudiados. Quizás quiso llegar al descanso con el resultado inicial para luego arriesgar más. No le salió redondo el plan porque el Leipzig llegaba con peligro, se imponía prácticamente en todas las disputas y hacía de Ryan el hombre destacado del equipo. Puede llamar la atención que en los dos últimos encuentros los dos cancerberos que han defendido la puerta hayan sido valorados por su trabajo. ¡Síntoma!

Sin nada que defender, con dos goles en contra, se movieron fichas y se trató de cambiar la dinámica con Silva y Januzaj aportando juego y aire fresco. El gol de Zubimendi dio alas a esa posibilidad. El público creyó en la remontada, animó como siempre, pero comprobó lo complicado que era llevar peligro a la portería visitante. Encontrar espacios para disparar a puerta o rematar en condiciones casi se convirtió en quimera. A veces también es necesaria una pizca de fortuna. Tampoco por ahí se le pudo dar la vuelta a la tortilla, para terminar claudicando ante un conjunto versátil, rico en futbolistas de gran nivel, con un Nkunku superlativo. No escribo imperial porque no me gusta nada usar ese adjetivo hablando de jugadores.

En la hora del resumen, pocas cosas que echar en cara a este equipo que ha llegado hasta aquí por méritos propios, que dispone de los jugadores que puede y que compite ante equipos de envergadura. Por buscar aspectos positivos, lo bueno es que ahora solo deberán hacer frente a una competición, partido a partido, con orden y sin el desconcierto que suponen tres partidos en siete días con el añadido de los viajes, los riesgos de lesión etc. El objetivo es ganar y tratar de alcanzar un puesto en la clasificación que permita la próxima temporada repetir experiencia. No será fácil porque son muchos los que aspiran a lo mismo. Ahí es donde a partir de este momento el equipo debe mostrar virtudes y compromiso. Tampoco esto es una cuestión de protocolos.