l intento emprendido por la Diputación de convertir Gipuzkoa en el territorio con menos desigualdades es un reto mayúsculo que solo puedo creerme de forma parcial. Es decir, ser el territorio menos desigual no implica necesariamente alcanzar siquiera una situación de justicia social ambiciosa, imposible a esta alturas. ¿Estar mejor que el resto? Quizá sí. ¿Pero cómo se sobrevive con 1.000 o 1.200 euros de sueldo? Lamentablemente, podemos preguntárselo a mucha gente, también en Gipuzkoa. Ni qué decir entre los jóvenes. ¿Se puede formar y mantener una familia con una renta familiar de 2.000 euros? ¿Y de 2.500? ¿Cómo? La desigualdad está instalada también en nuestro próspero (que lo es) territorio de dos velocidades, donde muchas familias, por suerte, disponen de trabajos de calidad y situaciones solventes; incluso privilegiadas, si miramos el desolador panorama del vecino. Así, no es raro que la juventud desista de formar familia y se desviva por su mascota, que un avatar sirva de vía de escape y nuestra salud mental haga aguas, mientras series como el Juego del Calamar triunfan; aunque haya que pagar 50 euros al año a un pirata por ver mil canales de TV de extranjis. Supervivencia en la cultura del desapego y el sálvese quien pueda. ¿Podemos aún mantener vivo el espejismo de la igualdad?