Algunos brotes verdes no pueden mostrar el final de la crisis. La inflexibilidad con Grecia esconde bajo el paraguas del manido “cumplir las reformas” un cambio de modelo en toda regla (las dichosas condiciones sobre nuevos recortes), puede llevar a Europa a donde nunca se imaginó mientras utiliza una vara de medir distinta con Grecia y el “caso HSBC”. Nosotros iríamos a la cárcel por hacer algo así, pero los gobiernos están tratando a estos evasores de manera muy diferente. Ahora es la banca privada del HSBC suizo, pillada con las manos en la masa, ayudando a algunos de los más ricos del mundo a evadir impuestos. Nosotros iríamos a la cárcel por hacer algo así, pero los gobiernos están tratando a estos evasores de manera muy diferente a las peticiones de flexibilidad de Grecia que tiene a buena parte de su población al límite.
Pues bien, los problemas de la crisis no tienen pinta de solución sino de estabilizar la precariedad: la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dio a conocer el 19 de enero su informe sobre el empleo en todo el mundo. En sus previsiones, el empleo “se deteriorará en los cinco años próximos”. En el 2014 había en el mundo 201 millones de parados, a los que se calcula que se añadirán tres millones más en el 2015 y otros ocho millones en los cuatro años siguientes. El problema más grave es el de los jóvenes, y sobre todo el de las mujeres jóvenes, con tasas de paro que triplican las de los adultos. En la Europa del sur, aunque el paro retrocede lentamente, lo hace a partir de tasas muy elevadas y el malestar social ha vuelto a aumentar, sobre todo con el incremento del desempleo juvenil. Por si fuera poco, el diario Expansión del 22 de noviembre pasado, publica Viaje a la España de 2019 con las previsiones basadas en las últimas estadísticas del FMI. En ellas se afirma que “ni el PIB ni el paro ni la inflación ni la inversión ni el déficit se recuperarán en el próximo lustro”.
El informe 2015 de la ONG Oxfam no es más esperanzador. En él se visualiza mejor el alcance de las desigualdades: “Ochenta personas tienen en la actualidad la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial”. Para completar el panorama, el World Economic Forum de Ginebra, que es quien organiza los encuentros de Davos, valora cada año los “riesgos globales” (sic) que pueden afectar la estabilidad social. En su última edición (Global Risks 2015) les preocupa la geopolítica, la falta de tranquilidad internacional en forma de corrientes migratorias incontroladas y la polarización ideológica; y el cambio climático.
El Partido Popular pretende convencernos de que estamos en la senda de la recuperación. Pero lo desmienten más datos, como los del Informe Foessa del 2014 sobre exclusión y desarrollo social en España. O los que nos proporciona Cáritas y el estudio de Unicef, Children of the Recession, sobre el bienestar de los niños en “los países ricos” (sic) que nos enfrenta con esta realidad: entre los 41 países analizados, España presenta una situación desastrosa, tan solo superada por Letonia y Grecia, con un 36,3% de sus niños sumidos en la pobreza y, lo que es peor, figura entre los países en que esta tasa ha crecido más en los últimos años. Por último, las previsiones publicadas en el ya referido número de Expansión, del 22 de noviembre, se concluye a partir de estimaciones de los auditores PwC, que no se volverá a alcanzar el nivel anterior a la crisis ni en 2030. Eso sí, contando con que la subida de los tipos de interés que se anuncia no agrave la situación de la economía española, fuertemente endeudada; ni se produzca otra recesión en la eurozona, que pudiera suceder.
No es razonable pedir a los ciudadanos que acepten mansamente estas perspectivas. Sobre todo, porque este panorama de desastre tiene responsables y existen soluciones. En general, pasan por embridar el mundo financiero y su perniciosa globalización sin límites éticos ni controles políticos reales. En particular, quiero referirme a tres soluciones que cambiarían el panorama sin necesidad de recuperar El Libro Rojo de Mao ni El Capital de Marx.
La primera, pasa por cambiar el modelo de carga impositiva para que se graven también la riqueza, las rentas de capital y los beneficios de ambos. Es fundamental acabar con la evasión fiscal internacional si queremos unos servicios públicos universales pagados vía impuestos. Las rentas del trabajo no pueden costearlo todo mientras las grandes corporaciones y fortunas apenas pagan impuestos. Se sigue hablando de un remedo (parcial) de la Tasa Tobin, que no acaba de aprobarse en la Unión Europea. El economista norteamericano retomó una iniciativa de Keynes, le dieron el Premio Nobel de Economía pero no dejaron aplicar su solución: una pequeñísima tasa por cada transacción especulativa de divisas que hoy debería ser por las transacciones financieras, acabarían con buena parte de las miserias del Tercer Mundo y algunas de las nuestras ¿Por qué no se puede ni hablar de un cambio en las reglas de juego impositivas? Las consecuencias mundiales directas son dramáticas, incluidas las desigualdades y pobreza real en la UE.
La segunda solución es una prolongación de la primera: acabar con los paraísos fiscales legales. Semejante bolsón de billones negros, no tiene explicación democrática siendo como es una evasión de impuestos a escala inimaginable. Es difícil desmontarlos si ningún Estado da un paso al frente. Debiera escandalizarnos la connivencia de todas las democracias occidentales y de las peores dictaduras para mantenerlos. Pues bien, solo con estas dos reformas estructurales, se modificaría el mapa de la pobreza y las desigualdades profundas que lastran a Europa y al mundo. Hace falta dinero, pero también más solidaridad. Es la tercera gran solución, esta vez desde la autonomía de cada persona.
Ante este panorama de problemas y soluciones prohibidas, los vascos de la CAV bien haríamos en alegrarnos con lo que tenemos trabajado: los derechos subjetivos aprobados en sede parlamentaria, la RGI, una Sanidad que pese a algunos, está entre las mejores del mundo, la autonomía fiscal, el tejido asociativo? Pero siempre humildes, buscando soluciones de consenso para los tres problemas estructurales más acuciantes que veo: la exclusión social crónica aunque sea inferior a otras zonas; el paro juvenil y la bajísima natalidad que pone en riesgo los servicios públicos logrados en este trocito de Euskadi.