pREPARANDO la reflexión social que suscita el problema planteado por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, en el tema del aborto y viendo el alboroto que la nueva norma jurídica quiere introducir en la pacífica aceptación moral de la sociedad española, quiero discernir los campos de la moral, la ética, la religión, la ciencia de la persona y el Derecho. Porque hay diferentes códigos de conducta humana en la vida social: el de la moral, el de la ética y el de la religión o religiones. A todos ellos se suman las decisiones legales y las posibilidades científicas.
Todas las personas somos necesariamente morales o inmorales, pero nunca amorales. Porque, según Bertrand Russell, en cada comunidad hay acciones obligadas y acciones prohibidas, acciones loables y acciones reprobables. Cuando una persona humana pertenece a una comunidad, el alcance de sus obligaciones y prohibiciones no se ciñe al plano personal sino que se hace social. Siempre hay un código al cual se ha de ajustar bajo pena de deshonra pública. Todas las sociedades tienen sus propias normas. Y al conjunto de estas normas y formas, y más genéricamente costumbres, denominamos moral.
La moral es un conjunto de costumbres, de actuaciones sociales relativas al bien y al mal, destinadas a dirigir la conducta de los humanos. Esta praxis se concreta en normas de comportamiento que, adquiridas por cada individuo, regulan sus actos, su hacer diario. Cada sociedad o cultura regula sus propias decisiones y modos de actuar sobre el bien y el mal.
Además, en toda sociedad se da una reflexión sobre las razones y sentimientos en los que se fundamentan sus formas de actuar. Así se llega a la filosofía de las costumbres que es la ética. La reflexión humana, como toda filosofía, puso su objetivo sobre las normas o códigos ya existentes, comparándolos entre sí o buscando su fundamento, y al resultado de esta reflexión denominamos ética.
La ética es una reflexión sobre la moral. La ética se pregunta por qué consideramos válidos unos y no otros comportamientos, buscando su fundamento y legitimación. La ética se ocupa del estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir. La ética investiga qué es lo específico del comportamiento moral y enuncia principios universales inspiradores de toda conducta. Y, como dice Adela Cortina, si nos hubiéramos comportado éticamente no tendríamos una crisis como la actual. Una sociedad en la que las gentes actuasen con responsabilidad y atendiendo al bien común estaría mucho más preparada para evitar crisis como ésta. Pero no toda la sociedad está corrompida por la crisis y comprobamos que naturalmente estamos inclinados para la cooperación y el cuidado, especialmente de los niños, los ancianos y los más débiles. Y esto porque, científicamente hablando, el cerebro es social, porque uno se hace hombre haciendo a los demás hombres.
La moral da pautas para la vida cotidiana, la ética es un estudio o reflexión sobre qué origina y justifica estas pautas. Pero las dos, si bien son distinguibles, son complementarias. Los principios éticos regulan el comportamiento moral, pero este comportamiento incide alterando los mismos principios. Es por ello que Aranguren, reconociendo la vinculación entre teoría y práctica, llama a la ética, moral pensada y a la moral, ética vivida.
Para plasmar la complementariedad entre moral y ética se pueden formular algunos axiomas. Me muevo ante una norma moral cuando rechazo robar sabiendo que nadie me ve. Pero estoy formulando un principio ético cuando me digo: "No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti". Y para salir de la crisis sabemos que la confianza es un recurso moral básico y la ética sirve entre otras cosas para promover conductas que generen confianza.
La religión es una actividad humana fruto de un acto de fe en las doctrinas propuestas por un fundador que abarcan creencias y prácticas sobre cuestiones de tipo existencial, moral y sobrenatural. Pero la globalización nos exige hablar de religiones. Creencias y prácticas religiosas que pueden estar más o menos integradas en la moral, es decir, en las costumbres y tradiciones culturales de la sociedad o etnia en la que se practican. El término religión hace referencia tanto a las creencias y prácticas personales como a ritos y enseñanzas colectivas.
Las religiones, en sus formulaciones teóricas, tienden a identificar y a veces a confundir el reconocimiento del mal, el pecado y el delito. Sin embargo, no todo delito es pecado, ni todo pecado es delito. Son campos humanos diferentes tanto en el ámbito social como en la conciencia individual que deben serlo también en la práctica jurídica y penal. La ejecución de un acto contra la conciencia religiosa conlleva pecado, es decir, la aceptación de ser penosa víctima de su propia conciencia, pero el pecador sabe que se puede redimir por el perdón y que es sancionable penalmente únicamente en la otra vida del creyente.
Y tenemos que hablar también del Derecho como ciencia teórico-práctica que interfiere en la moral. El Derecho selecciona algunas acciones sociales e interviene en comportamientos humanos individuales que las elites jurídicas que dirigen la sociedad pretenden modificar y manipular. Es decir, de la infinidad de normas y comportamientos de los que se nutre una sociedad, las élites sociales que controlan el Derecho eligen algunas costumbres que pretenden controlar y así promulgan leyes de obligado cumplimiento. Son los teóricos del derecho. Otras élites de esa misma sociedad, los jueces, sancionarán el incumplimiento de esas normas con penas económicas, físicas y aun incluso de segregación de la convivencia en esa sociedad. A veces sancionan y castigan con la pena de muerte, que es la separación traumática y definitiva excluyendo de la convivencia societaria a algún miembro canceroso de la misma. Las leyes no conforman la bondad ética y moral del objeto protegido o sancionado. Lo rechazado por la moral o la ética no es por sí mismo delito perseguido por la ley.
En último lugar, los descubrimientos científicos modifican los objetivos sociales propios de la moral, de la ética, de la religión y del derecho. Hablar de los trasplantes de órganos, de la manipulación de los genes, de las células madre, del preservativo, de la píldora del día después y un largo etcétera, conlleva la modificación de las costumbres sociales y de los comportamientos humanos, es decir, de la moral social que tanto la ética social e individual como la religión y el Derecho pretenden regular.
Como conclusión, cabe señalar que no se podrá admitir un exclusivo protagonismo ni de la ciencia, ni de la religión, ni del Derecho en la conformación de la moral social.