EL Parlamento Vasco tramita la elección del nuevo lehendakari. Probablemente lo será Iñigo Urkullu con los votos del PNV, ya que no hay indicios de que vaya a recibir ningún apoyo más. Con estos datos, lo más probable es que esta sea la tónica de esta legislatura, aunque en ocasiones sí se den apoyos. La alianza del PSE con Bildu es una posibilidad que revolotea sobre la política vasca. Hace unos meses, la posición del PSE no permitía sospechar tal cosa, pero ahora que tienen que abandonar los cargos, los antiguos escrúpulos hacia la izquierda aber-tzale irán desapareciendo y a López y los suyos, que se echaron en brazos de Basagoiti, no les será muy difícil intentarlo con Laura Mintegi.
En el ámbito del PNV hay un cierto debate sobre si sería bueno pactar con alguno de estos partidos. Dado el pluralismo del PNV, unos entienden que debe ser con Bildu, por creer en una solidaridad común en torno a la identidad vasca y sus consecuencias. Otros, recordando tiempos pasados, miran hacia el PSE. Es difícil dar respuesta porque en este momento la política, aquí y en Madrid, es muy escurridiza.
En lo posible, creo que el destino del PNV es hacer política solo o con apoyos circunstanciales. La posición política del PNV es muy singular, está al margen del debate estéril de si es de derechas o de izquierdas. Esta posición singular es la que marca las reglas de juego.
Durante años hemos escuchado voces, con frecuencia airadas, en contra de que el PNV estuviera tantos años en el poder. Se decía que había que cambiar e ir a pactos de transversalidad, lo que no se explicaba muy bien. Al final, lo consiguieron con el pacto político de López con Basagoiti, un pacto que carecía de todo proyecto político salvo el acuerdo de arrinconar al partido mayoritario. No había más cambio que el cambio del nacionalismo vasco por el español. Ahora ya sabemos lo que es la transversalidad de algunos: una fórmula para encubrir intereses o complacer a ingenuos (cambiar el uniforme de la Er-tzaintza, poner una bandera en la Cruz del Gorbea, etc.).
La singularidad del PNV viene dada por su origen e historia, que sus dirigentes no deben olvidar. El PNV nace cuando el nacionalismo español se propuso "españolizar" a los vascos, en frase feliz de un ministro. Se prohibe el uso de la lengua, se les priva de sus instituciones de autogobierno... La abolición foral marcó la historia y quienes no deseaban perder su identidad fueron reaccionando, reacción que cuajó en el nacimiento del PNV, que aglutinó a las personas no por ideas de derecha o izquierda sino de lealtad a su país, a su propia identidad vasca.
El propósito ha sido duro y difícil, porque la persecución del nacionalismo español ha sido implacable.
El partido fue creciendo. Tenía la independencia como ideal necesario para salvar la identidad vasca, pero a la vez supo iniciar una política de praxis autonómica, más a tenor con las circunstancias. El PNV consiguió situarse en la centralidad política vasca, alcanzó el poder en ayuntamientos y diputaciones y, sobre todo, se enriqueció con la presencia de personalidades de notable experiencia y reconocido prestigio social. Cómo no citar los nombres de Ajuriaguerra, Aguirre, Leizaola, Irujo, etc., que después escribieron páginas de historia llenas de dignidad y buen hacer. El interclasismo de todos los segmentos sociales que se integraban en él fue una realidad que llenó de vitalidad al PNV.
Con su tenacidad, durante la República, consiguió el Estatuto de 1936. La sublevación de los militares y la posterior dictadura franquista destruyeron todo lo hecho. Duró poco, pero lo importante a destacar es que fue el PNV la fuerza política que empujó a los demás partidos a ir reconociendo la autonomía vasca.
Llegada la transición, el PNV, desde el primer momento, reclamó la restitución del Estatuto de Autonomía. Una vez más fue el motor que impulsó a las demás fuerzas políticas a asumir el Estatuto. Si en la transición el PNV no hubiera reclamado insistentemente la autonomía vasca, esta no existiría. Algunos partidos protestarán ante esta afirmación, jurando una y cien veces que ellos también apoyaron la autonomía como el propio PNV, pero seamos realistas, es solo de boquilla. El grupo de la derecha que ha cristalizado en el PP no aceptó el reconocimiento de la autonomía en la Constitución, votó en contra del Estatuto y ha impulsado todas las oportunidades de torpedear la autonomía vasca. La izquierda abertzale ha rechazado el Estatuto y nunca ha presentado una alternativa concreta. El PSOE sí apoyó el nacimiento del Estatuto, si bien con menos entusiasmo que el PNV, como acreditan las hemerotecas; pero también apoyó la LOAPA y, después, cientos de acciones destinadas a torpedear el desarrollo del Estatuto. Durante el mandato del lehendakari López, este no ha gestionado una sola transferencia pendiente. Las conseguidas en este periodo lo han sido por la gestión del PNV.
El PSOE dice que su proyecto es el federalismo, pero después de leer su declaración de Santillana no queda más remedio que pensar que este federalismo no es más que un nuevo envoltorio para el café para todos. Así las cosas ¿qué partido puede ser un aliado sólido del PNV para dar un efectivo impulso a la política autonómica?
En este escenario, la autonomía, el Estatuto, se sostiene fundamentalmente por el impulso del PNV que, afortunadamente, es la fuerza mayoritaria. Este es el verdadero problema político de Euskadi y el que coloca al PNV en una posición singular y difícil si quiere ser fiel a su razón de ser.
Este problema no se arregla con transversalidades y mucho menos mientras no exista un marco sólido y fijo de relaciones con el Estado, cosa que no ha ocurrido desde la aprobación del Estatuto. Hemos visto cómo todos los poderes del Estado han aprovechado cualquier coyuntura para mermar la autonomía (leyes de bases; Tribunal Constitucional, etc.). Mientras los partidos políticos llamados "nacionales" sigan empeñados en "españolizar" a Euskal Herria, el PNV estará solo y la inseguridad jurídica y política será una realidad.
Esta soledad solo tiene un remedio: que la gestión del PNV esté marcada por la excelencia, por su alto nivel y su honradez y que esto lo vea toda la ciudadanía. Desconozco qué Gobierno nombrará el señor Urkullu, pero si quiere sobrevivir tendrá que hacerlo teniendo en cuenta lo dicho. Tiene que tener presente que los debates en el Parlamento acerca de sus propuestas serán un diálogo de sordos frente a los otros partidos, interesados sobre todo en desgastar al PNV. Como ha pasado hasta ahora, el Parlamento no ha alcanzado la centralidad política deseable y el público apenas se ocupa de él, por ello los miembros del Gobierno deberán tener autoridad y prestigio suficientes para llegar y convencer a la opinión pública de la bondad de sus propósitos y mostrar la postura obstruccionista de la oposición. La batalla, a la larga, estará en la búsqueda del apoyo de la opinión pública.
En esta legislatura, con el PP soñando en españolizar a Catalunya y Euskal Herria y un PSOE dispuesto a casi todo, Euskal Herria se juega la autonomía y el PNV, su futuro.
La excelencia que propugno para la gestión del Gobierno, la pido también al PNV para su gestión interna. Va a tener que soportar grandes tensiones con un Estado arruinado, que no quiere reconocer el error de haber inventado el Estado de las Autonomías. Habrá que explicar todo ello, especialmente en la Unión Europea. Conformarse con éxitos a corto plazo sería un error.
Hoy, librar a Euskal Herria de una crisis que se manifiesta de muchas formas requiere del esfuerzo de todos y especialmente de quienes asumen las responsabilidades públicas.